Resumen: Marcuse, Desublimación represiva

H. Marcuse, «La conquista de la conciencia desgraciada: una desublimacion represiva» en El hombre unidimensional.
Resumen de Juana Atzin Morales

Los logros y fracasos de esta sociedad invalidan su alta cultura. La celebración de la personalidad autónoma, del humanismo, del amor trágico y romántico parecen ser el ideal de una etapa anterior del desarrollo.

La realidad sobrepasa su cultura. El hombre puede hacer hoy más que los héroes y semidioses de la cultura; ha resuelto muchos problemas insolubles, pero también ha traicionado la esperanza y destruido la verdad que se preservan en las sublimaciones de la alta cultura. Desde luego, la alta cultura estuvo siempre en contradicción con la realidad social, y sólo una minoría privilegiada gozaba de sus bienes y representaba sus ideales. Las dos esferas antagónicas de la sociedad han coexistido siempre; la alta cultura ha sido siempre acomodaticia, mientras que la realidad se veía raramente perturbada por sus ideales y verdades.

Si las comunicaciones de masas reúnen armoniosamente y a menudo inadvertientemente el arte, la política, la religión y la filosofía con los anuncios comerciales, al hacerlo conducen estos aspectos de la cultura a su común denominador: la forma de mercancía.
La música del espíritu es también la música del vendedor.

Esta asimilación de lo ideal con la realidad prueba hasta qué punto ha sido sobrepasado el ideal: ha sido rebajado desde el sublimado campo del alma, el espíritu o el hombre interior, hasta los problemas y términos operacionales. Estos son los elementos progresivos de la cultura de masas. La perversión señala el hecho de que la sociedad industrial avanzada se enfrenta a la posibilidad de una materialización de los ideales. En esta transformación, pierde gran parte de su verdad.

Las imágenes tradicionales de la alienación artística son en verdad románticas, en tanto que están en incompatibilidad estética con la sociedad en desarrollo y esta incompatibilidad es la clave de su verdad. Las obras alienadas y alienantes de la cultura intelectual se hacen bienes y servicios familiares. La verdad de la literatura y el arte ha sido aceptada siempre como la de un orden más alto que no debería perturbar el orden de los negocios y en  realidad no lo hacáa. El poder absorbente de la sociedad vacía la dimensión artística, asimilando sus contenidos antagonistas.

25.11 Marcuse. Desenajenación de la alta cultura

Bitácora de la sesión del día 25 de noviembre de 2011
Por Juana Atzin Morales

En la sesión del día 25 de noviembre se analizó el apartado 3 de El hombre unidimensional de H. Marcuse: «La conquista de la conciencia desgraciada: una desublimacion represiva». Y para desarrollar este tema se tomó primero la perspectiva de Walter Benjamin, después la de Umberto Eco y por último la del propio Marcuse.

Walter Benjamin postula que la historia del arte nace cuando es posible reproducir técnicamente las obras de arte pero la consecuencia de esta reproducción es que el aura (carácter que lo vuelve único hacia otra pieza) se difumina, ya que no es lo mismo ver una obra de arte original que ver una copia.
Walter Benjamin (1892-1940)

Cambia la pieza original, pierde su patina, el sentido histórico, el sentimiento místico. Lo que predomina en la obras anteriores a la reproducibilidad técnica es el valor de culto; sin embargo, la obra de arte en la época de su reproducibilidad técnica lo que adquiere valor no es el culto, sino la exhibición.

Esto que nos postula Benjamín va a ser una crítica a la reproducibilidad técnica per se. Es decir, antes de que fuera reproducible, el arte solo era accesible para un cierto tipo de personas. Y cuando este arte adquiere el valor de exhibición se hace una transformación de una alta cultura exclusiva de las élites, a una cultura democrática o de masas.

Esto va a generar una animadversión porque a estos hombres de élite les molestó que estas altas manifestaciones se relacionaran con las masas. Para Eco, este tipo de personas eran llamados apocalípticos, y también existe el polo opuesto que son los integrados, quienes exaltan la cultura contemporánea y muestran las ventajas que tenía el acceso del arte a las masas.

Estas dos posturas comparten la misma incomprensión de los medios (masivos) de comunicación. Según Eco, ninguno de los dos tienen razón, ya que ambos se van a los extremos y hay que tratar de buscar el punto medio. Está bien que las masas tengan acceso a la cultura, ya que esto significa un gran avance, pero tenemos que someter a crítica aquello a lo que estamos teniendo acceso.

El problema para Eco es el de los contenidos pero esta apreciación es errónea. Marcuse nos dice que el acceso a la educación para todos es un gran avance; sin embargo, hay que tener claro que en otro sentido es un retroceso porque el acceso a cualquier tipo de manifestación artística lo que nos muestra, es que el arte es para nuestra época una simple mercancía.

El arte en algún momento tuvo la función de oponerse al sistema y ahora ha perdido esa función porque está integrado en la maquinaria capitalista. ¿Qué va a implicar esta mercantilización del arte? Antes el arte era una negación de las circunstancias. Ahora es una confirmación del estado de las cosas.

El artista previo al capitalismo estaba enajenado, mediatizado del arte, por una parte de lo real y por otra de la realidad ficcional: esto en términos freudianos se llama sublimación. En esta sublimación van a ser transferibles las pulsiones sexuales que estaban reprimidas a los productos espirituales. Es decir, si vivimos en una sociedad reprimida, lo que hacemos para desahogarnos es sublimar en el arte esas manifestaciones que no se pueden decir directamente. En la desublimacion, el arte termina siendo es inofensivo y este ya no sirve para nada.

Resumen: Marcuse. Nuevas formas de control

Herbert Marcuse, «1. Las nuevas formas de control político» y «2. El cierre del universo político» en El hombre unidimensional.
Resumen de Bárbara López Mondragón

Las nuevas formas de control

La sociedad industrial avanzada (aparentemente) se encuentra en un estado de razonable libertad y comodidad gracias al progreso tecnológico. Ya el tiempo ha pasado desde las etapas tempranas de la sociedad industrial. Los derechos y libertades que fueron factores vitales en sus orígenes están perdiendo su racionalidad. Las sociedades actuales parecen satisfacer cada día más las necesidades básicas del individuo, no dejando ya lugar a críticas o disconformidad con el sistema, provocando que estas críticas sean inútiles o disminuidas a promoción y debate de políticas alternativas dentro de lo ya determinado.

Es cierto que en lo que concierne a necesidades básicas de vida no parece haber un motivo para diferir con este sistema. La libertad para trabajar o para morir de hambre significa fatiga inseguridad y temor. El proceso tecnológico de mecanización y normalización podrían canalizar la energía individual hacia la libertad mas allá de la necesidad y dejar de lado estos temores. El individuo tendría libertad para ejercer la autonomía sobre una vida que sería la suya propia. El aparato productivo podría dirigirse hacia la satisfacción de las necesidades vitales y tal control centralizado haría posible la autonomía individual. Este es el verdadero fin de la racionalidad tecnológica. Sin embargo, el que en realidad opera es el rumbo contrario: el aparato impone sus exigencias económicas y políticas para la expansión del tiempo de trabajo sobre la cultura material e intelectual en el tiempo libre. Es así como la sociedad industrial actual tiende a ser totalitaria. En una forma técnico-económica no terrorista opera en función de la manipulación de las necesidades por intereses creados.

El poder político de las sociedades industriales de nuestra era se afirma por medio del poder sobre el proceso mecánico y organización técnica del sistema. La civilización industrial sólo puede mantenerse con el poder industrial del que dispone por sobre intereses individuales o colectivos. La máquina impone al individuo un gran poder físico, haciendo así que el individuo sea considerado inferior a la máquina. No se ve entonces que la máquina es en verdad el poder del hombre almacenado y proyectado.

Esta nueva visión del mundo del trabajo como una mśquina, se transforma en la base potencial de una nueva libertad para el hombre que va de la mano con las nuevas capacidades de la sociedad. Las necesidades precondicionadas no biológicas van con lo que las instituciones e intereses predominantes consideren o no deseable. Escoger entre una variedad de bienes y servicios no es libertad si estos sostiene controles sociales sobre una vida de temor, es decir están alienados. Se distingue entre necesidades verdaderas y falsas:
  • Falsas: son impuestas por intereses sociales particulares y proporcionan una falsa idea de felicidad. El desarrollo de estas necesidades del individuo está sometido a un poder extraño que le impide el libre desarrollo de su naturaleza.
  • Verdaderas: son las únicas que inequívocamente pueden demandar su satisfacción, son las vitales como habitación, comida y vestido. 
Aunque el hombre es el único que puede decidir entre sus necesidades, no lo puede hacer si se encuentra manipulado. La reproducción espontánea de los individuos de los preceptos sociales o necesidades impuestas prueba la eficacia de los controles, no la autonomía.

El mecanismo que une al individuo a su sociedad ha cambiado y el control social se ha introducido en la nuevas necesidades. La pérdida de la dimensión en que reside el poder crítico de la razón se ha esfumado gracias a los preceptos sociales que omiten lo que no es un hecho, a la identificación inmediata con estos preceptos. Las necesidades falsas se han transformado en verdaderas a consecuencia de la producción de dichas condiciones de vida que se vuelven ilusoriamente favorables para el individuo.

El cierre del universo político

La sociedad combina en una unión productiva elementos del Estado de bienestar y el Estado de guerra. Las tendencias principales son la concentración de la economía nacional en las necesidades de las grandes empresas, hoy en día podemos ver grupos de sindicatos formando juntos grupos de presión. La reducción gradual de controles políticos directos prueba la confianza cada vez mayor en la efectividad de los controles tecnológicos como instrumentos de dominación. Las luchas de clases se atenúan y las contradicciones imperialistas se detienen ante la amenaza exterior. La sociedad capitalista se fortalece  con estas luchas. La movilización contra el enemigo actúa como un poderoso estímulo de producción.

La transición del capitalismo al socialismo es vista por el marxismo como una revolución política. Se destruye el aparato político pero el tecnológico permanece. Claro, en un estado distinto, con nuevas cualidades. La teoría marxista lo explica así:

a) El desarrollo tecnológico está sujeto a las leyes económicas de cada organización social. Con la revolución, la tecnología permanece subordinada a las leyes económicas de la nueva formación económica.

b) La tecnología no se desarrolla a saltos, sino mediante una acumulación gradual de elementos de la nueva cualidad mientras que los de la antigua desaparecen.

En el capitalismo avanzado, la racionalidad técnica se encierra irracionalmente en el aparato productivo. Tanto el objeto como el sujeto se constituyen instrumentos de una totalidad que tiene su razón en las realizaciones de su productividad. La aspiración a una vida más confortable es lo que mantiene este sistema, aunque no le es permitido al individuo tener aspiraciones mayores a las que se imponen por el aparato. El individuo no puede imaginar un universo de acción y pensamiento cualitativamente mejor gracias a la ilusión de la aparente confortabilidad material. Las clases trabajadoras de zonas avanzadas están en contra de una transformación por los siguientes motivos:

Mecanización: el desgaste físico del trabajador es mucho menos evidente, evitando que el trabajador alcance a ver su importancia para la construcción del producto. Si bien ya no es en el plano físico tan visible, el desgaste es mucho mayor en la tensión y el esfuerzo mental.

La automatización:  parece alterar cualitativamente la relación entre el trabajo muerto y el vivo; tiende hacia el punto en el que la productividad es determinada. El trabajador no se da cuenta de que de hecho él le da la plusvalía al producto, ya que la máquina sólo transfiere su propio valor.

Los cambios en el carácter del trabajo transforman la conciencia del trabajador sobre él mismo y su trabajo.

El trabajador promueve su propia explotación. El aspecto negativo hacia el trabajo se va difuminando. Una especie de velo tecnológico oculta la reproducción de la desigualdad y la esclavitud.

Resumen: Marcuse, Nuevas formas de control

Herbert Marcuse, «1. Las nuevas formas de control político» y «2. El cierre del universo político» en El hombre unidimensional.
Resumen de Anayeli Santos Tapia

Las nuevas formas de control

Los derechos y libertades  están perdiendo su racionalidad y su contenido tradicional. La sociedad priva a la independencia del pensamiento, a la autonomía y al derecho de oposición política; en la libertad para trabajar o para morir de hambre el hombre se ve obligado a probarse a sí mismo en el mercado, por lo que desaparece esta clase de libertad. Si el aparato productivo se pudiera organizar y dirigir hacia la satisfacción de las necesidades vitales, no impediría la autonomía individual y la haría posible.

La tecnología impone sus exigencias económicas y políticas para expansión y defensa sobe el tiempo de trabajo y sobre el tiempo libre sobre la cultura material e intelectual.

La manipulación de las necesidades es por intereses creados.
El poder de la máquina equivale al poder del hombre almacenado  y proyectado. Las necesidades humanas son necesidades históricas, estás sujetas  a pautas; existen necesidades falsas y verdaderas.

Necesidades falsas. Intereses sociales particulares imponen al individuo para su represión, necesidades que perpetúan el esfuerzo, la agresividad, la miseria y la injusticia. El individuo no tiene ningún control, el desarrollo y satisfacción de estas necesidades es  heterónomo.

Necesidades verdaderas. Necesidades vitales: alimento, vestido, alimentación y habitación. La satisfacción de estas necesidades es requisito para la realización  de todas las necesidades.

La libertad es un poderoso instrumento de manipulación. Los medios de comunicación son instrumentos de información y diversión; y al mismo tiempo son medios de manipulación y adoctrinamiento.

La progresiva mitigación del trabajo y la miseria son normas universalmente válidas, sobre las cuales las necesidades verdaderas o falsas solo pueden ser satisfechas por los mismos individuos.

Los que hacen la política y sus proveedores de información de masas promueven  el pensamiento unidimensional.

La sociedad avanzada convierte el progreso científico y técnico  en un instrumento de dominación. Áreas avanzadas de la sociedad industrial muestran el elemento irracional de su racionalidad; prejuzgan las posibilidades de la razón y de la  libertad.

La dominación disfrazada de opulencia  y libertad se extiende a todas las esferas de la existencia pública  o privada. La racionalidad tecnológica crea un universo totalitario en el que sociedad y naturaleza, espíritu y cuerpo se mantienen en un estado  de  permanente movilización para la defensa de este universo.

Cierre del universo político

Principales factores de transformación:

1. Mecanización; Reduce la cantidad e intensidad de energía física  gastada  en el trabajo y provocando la tensión y el esfuerzo mental. La alienación residía en el hombre como manipulador de herramientas; el trabajo en el capitalismo avanzado modifica el status y la actitud de los explotados.

2. Estratificación ocupacional. La productividad es determinada por la máquina y no por el rendimiento individual. Cuando un trabajo puede ser medido, se puede atar a un hombre a su trabajo.

3. El cambio en el carácter del trabajo y los instrumentos de producción modifica la actitud y la conciencia del trabajador.

4. Trabajo tecnológico es el debilitamiento de la clase trabajadora. En el estadio actual del capitalismo avanzado, el trabajo organizado se opone al progreso técnico, a la utilización más eficaz del capital.

La sociedad debe crear primero los requisitos materiales de la libertad para todos sus miembros, antes de poder ser una sociedad libre. Las perspectivas del contenido del cambio, ofrecidas por las políticas de racionalidad tecnológica dependerán de las perspectivas del estado de bienestar. La sociedad industrial avanzada es un sistema de poderes compensatorios.

23.11 Marcuse. Enajenados a gusto

Bitácora de  la sesión  del 23 de noviembre
Por Anayeli Santos Tapia

El tema principal a tratar en clase fue el plantearnos la pregunta de por qué el hombre sigue planteando una revolución; una transformación de condiciones materiales y no hay inicios de nada. O mejor aún: ¿por qué naturalizamos la enajenación?

Para poder respuesta a las preguntas anteriores es necesario mencionar que la mecanización ha llevado a que el hombre ya no se queje de sus condiciones de trabajo, pues los avances tecnológicos que rodean al obrero han llevado a que se reduzca el desgaste físico. En las fábricas contemporáneas, ya no se da el desgaste físico como se daba en el siglo XIX.

Marcuse identifica cuatro factores para que la enajenación se haga menos evidente, factores que conllevan a que se naturalice la enajenación:

1. Desgaste físico: A través de la mecanización y automatización el obrero se sentirá menos explotado, pues la mecanización disminuye el desgaste físico.

2. Automatización: El trabajador no ve la relación de su trabajo con el producto final, es decir, se sigue un proceso muy largo para poder obtener una mercancía, en donde intervienen tanta maquinaria para poder obtener el producto final (mercancía). El trabajador piensa así que no se merece un salario “alto” por el poco trabajo e intervención que cree desempeñar. El obrero ve al capitalista como un ser bondadoso “gracias al cual tiene un trabajo”.

3. Intervención del trabajador en los negocios de la fabrica: El trabajador se interesa en la buena marcha de los negocios de la fábrica, pues la empresa hace creer al trabajador que es una parte indispensable de ella y necesario.

Es decir, el obrero del siglo XIX, no tenía alguna preferencia por la fábrica que lo explotara; sin embargo, en la actualidad el obrero hace contratos definidos, pelea plazas y todo con la finalidad de permanecer en la fábrica que lo explota. Existe una gran preferencia por permanecer dentro de dicha fábrica. En otras palabras el obrero “se identifica” con la empresa.

No obstante, el capital no ha cambiado sigue siendo el mismo, pues lo único que se ha modificado es la manera de la dominación del hombre por el hombre, pero no la opresión misma.

4. Consecuencias de desgaste físico, automatización e intervención del trabajador: Las condiciones tecnológicas actuales han llevado a que la clase trabajadora ya no esté en contradicción con el sistema capitalista. Todo lo que está en la fábrica se racionaliza. La racionalización nos hace creer que el sistema capitalista es “racional” pero no lo es, ya que está generando una explotación del hombre por el hombre.

En conclusión, es necesario mencionar que la enajenación, poco a poco, se va “naturalizando”, pues por medio de los avances tecnológicos se encubre la explotación que existe y se ve al capitalista como un ser bondadoso. Como consecuencia, el trabajador se empieza a “identificar” con la empresa.

El modelo de producción se sustenta en explotar a alguien: en la actualidad el migrante no puede tener una conciencia de clase, por que no puede constituirse como clase, pues está en la “ilegalidad”.

23.11 Marcuse. Enajenados a gusto

Bitácora de la sesión del 23 de noviembre de 2011
Por Juana Atzin Morales

La sesión del día 23 de noviembre comenzó con varias interrogantes:

¿Sigue manteniéndose la enajenación en las personas?
¿Por qué no ha sucedido una revolución?
¿Por qué seguimos planteando esta revolución?

Podríamos decir que el pensamiento en nuestra época es que “si le echamos ganas saldremos adelante”, pero ¿en dónde está el problema de este pensamiento?

Después de esto surge la curiosidad de ¿por qué naturalizamos la enajenación? Por ejemplo, las personas que trabajan “tiempo completo” en general no están solo 8 horas sino más, pero la empresa es “benevolente” (otorga bonos, prestaciones, etc.) para hacerlo sentir “cómodo” y así siga con este con este tipo de explotación.

Posteriormente mencionamos las causas de que ahora no sea evidente la explotación.

1. La mecanización. Películas como Metrópolis y Tiempos modernos critican que el obrero trabaje 10 horas (o más), desgastándose de manera brutal. Tales condiciones las identifica muy bien Marx en el siglo XIX. Marcuse, en cambio, manifiesta que en las fábricas modernas el desgaste corporal ya no es tan agudo como lo era anteriormente. Como la intervención física es menor, también resulta menos obvia la opresión.

2. La automatización: bien sabemos que el trabajador le da existencia a una máquina, es decir, gracias a su intervención la cosa vive. En esta característica, el obrero ya no es capaz de encontrar similitud entre su trabajo y el producto. El trabajo se dispersa en gran cantidad de máquinas, en las cuales el objeto incide para que el obrero vea alguna relación con él, esto porque está muy mediatizado.

3. La intervención de los propios trabajadores en los negocios de la fábrica:
El pensamiento que tienen aquí los obreros es “que la fábrica se mantenga saludable en sus cuestiones financieras”, aquí encontramos una diferencia entre los trabajadores del siglo XIX y los actuales. Los trabajadores de antes no tenían ninguna preferencia por la fábrica que los explotaba y ahora como tenemos ataduras como los contratos estamos convencidos de la explotación a la que estamos sometidos. El capital se ha logrado acomodar de tal forma que llegamos a creer que nos beneficiamos del sistema.

4. Consecuencia de los tres anteriores: Las condiciones tecnológicas actuales nos han llevado a que la clase trabajadora ya no es una contradicción del sistema capitalista.

23.11 Marcuse. Enajenados a gusto

Bitácora de la sesión del 23 de noviembre de 2011
Por Bárbara López Mondragón

La sesión del miércoles  23 de noviembre en la que se analizaron los 2 primeros capítulos del texto de Herbert Marcuse, El hombre unidimensional, inició como es costumbre con las preguntas sobre el texto, entre las que se profundizó en particular la referente al behaviorismo. El behaviorismo es un término al que se refiere Marcuse constantemente en este libro. Así como el positivismo, el behaviorismo se reduce a lo que ya son las cosas en un plano físico o de los «hechos» sin llegar a ver lo que podrían llegar a ser, este tipo de pensamiento no hace más que dar razón para repetir la conducta socialmente requerida sin dar pie a un cambio.
H. Marcuse (1898-1979)
Ya respondidas las preguntas, el profesor comenzó leyendo un pequeña parte del texto en donde se afirma que el ser humano ya se reconoce en sus mercancías. Esto significa que el ser humano de ahora tiene la idea de que en las cosas que posee encuentra su identidad. Planteó después una pregunta: «¿Por qué era más sencillo que un obrero de aquella época de los inicios de la industrialización, comprendiera las circunstancias de explotación en las que se encontraba y saliera a luchar en contra de ellas?» En otras palabras, «¿por qué el obrero contemporáneo no puede comprender y tomar conciencia de la explotación a la que está sometido y prefiere seguir en su estado de alienación?» La respuesta se planteó en 3 argumentos desarrollados por Marcuse y uno más que, debido al contexto social del autor, no pudo alcanzar a apreciar.

1) La mecanización: gracias a los avances tecnológicos, el desgaste físico del trabajador de nuestros tiempos es mucho menor al que tienen que soportar los trabajadores de siglo XIX. Creando así un aparente bienestar.

2) La automatización: el obrero ya no es capaz de encontrar la relación entre el trabajo y el producto final, ya que la infinita fragmentación del trabajo no le permite encontrar el vinculo entre él y el producto de su trabajo, es así como el obrero ya no puede visualizar la importancia de su trabajo para la realización final del producto. En la época de Marx, la relación del obrero y el producto del trabajo era más visible y más directa, por lo tanto, para el obrero era más visible su importancia para la creación del producto final.

3) El interés de los trabajadores en los negocios de la fábrica: en otras palabras el asalariado se ha convertido en el promotor de su propia explotación, el obrero no alcanza a percibir que las ganancias de la empresa son gracias a su trabajo.

4) En América Latina (o en general en los pueblos oprimidos) hay un problema que tiene que ver con el constante movimiento migratorio. El migrante se encuentra en una terrible desventaja pues este no puede adquirir conciencia de clase ya que carece de una clase al ser advertido como “ilegal” y, de este modo, «no existe». El modelo de producción de los países económicamente más favorecidos no basa actualmente sus modelos de explotación en los obreros pertenecientes a su nación, sino en los migrantes faltos de derechos y más fácilmente explotados.

Gracias a las condiciones tecnológicas nos ha llevado a que la clase trabajadora ya no sea una contradicción dentro del sistema capitalista.

Resumen: Althuser, Aparatos ideológicos del Estado

Louis Althusser, «Ideología y aparatos ideológicos del Estado» en La filosofía como arma de la revolución, México, Siglo XXI, 1968, pp.102-151.
Resumen de Mauricio Kevin Aguilera
Louis Althusser (1918-1990)

Es necesario que se renueven los medios de producción para que la producción sea posible, pues una sociedad donde no se reproduzcan las condiciones de producción a la vez que produce, no está asegurando su sobrevivencia.

Toda sociedad depende de un modo de producción dominante, y el proceso de producción emplea las fuerzas productivas (trabajadores) existentes bajo relaciones de producción definidas, de lo que resulta que toda formación social al mismo tiempo que produce y para poder producir, debe reproducir las condiciones de producción, o sea las fuerzas productivas y las relaciones de producción existentes; es decir, no hay producción posible si no se asegura la reproducción de los medios de producción (reponer los gastos que necesita la producción: materia prima, edificios, herramientas, maquinaria, etc.).

La reproducción de las condiciones materiales de la producción no sucede a nivel empresa, debido a que la rebasa, así, por ejemplo un señor capitalista X que produce telas de lana, debe producir si materia prima, su maquinaria, etc., pero esto no lo hace el mismo, sino otros capitalistas, el señor Y le provee ovejas, el Z maquinaria, y estos deben reproducir sus propias condiciones de producción como el señor X, creándose una relación de codependencia interminable.

Reproducción de las fuerzas de trabajo
. Reproducir las fuerzas de trabajo es en esencia reproducir la fuerza de la empresa. Para asegurarse la empresa de la reproducción de las fuerzas de trabajo, le da el medio material al trabajador/obrero para que se reproduzca: el salario, que sirve para reconstituir su fuerza de trabajo (para poder sobrevivir y renovar energías y así, volver al siguiente día al trabajo sin que baje su rendimiento), aunque cabe mencionar que dichas necesidades no sólo son del tipo biológico, además son históricas, o necesidades creadas en la sociedad como la cerveza para los proletarios ingleses, o el tequila para los mexicanos, por lo tanto son variables.

Este salario debe cubrir también la necesidad de reproducción como especie (criar hijos y educarlos), es decir, reproducir a los proletarios que en un futuro serán sus trabajadores. Pero no basta con asegurar sus condiciones materiales de su reproducción para que se reproduzcan como tal. La fuerza de trabajo debe ser competente, apta para el sistema de producción, y debe ser calificado de acuerdo con las exigencias de la división social-técnica del trabajo en los diversos puestos y tipos de empleo. Esta calificación de las fuerzas de trabajo en el sistema capitalista tiende a asegurarse fuera de la producción, en el sistema educativo y otras instituciones (iglesia, familia, etc.) ¿Qué se aprende en las escuelas? Habilidades, técnicas y elementos útiles para los diversos puestos en la producción (ya sea para los obreros, para los técnicos, para los líderes, etc.).

Al mismo tiempo que se aprenden técnicas y conocimientos, se aprenden “reglas del buen comportamiento” según el puesto al que te preparan. Todas esas reglas morales, cívicas entre otras son reglas del respeto a la división del trabajo, al orden establecido por la clase dominante. En definitiva, no sólo se reproduce su calificación, sino también se reproduce su sumisión a la ideología dominante.

Infraestructura y superestructura. La estructura de toda sociedad está constituida por “niveles”. La infraestructura o base económica, que es la unidad de las fuerzas productivas y relaciones de producción y la superestructura que a su vez se subdivide en dos niveles, el jurídico-político (derecho y Estado) y el ideológico (moral, religioso, político, jurídico, etc.). Tal metáfora hace ver que los pisos superiores no podrían sostenerse por sí solos sin la base, y que hay una determinación en última instancia de lo que ocurre en la superestructura.

El Estado. El aparato represivo del Estado (ARE) permite a las clases dominantes asegurar su dominación sobre la clase obrera y someterla a la explotación capitalista. Los aparatos del Estado son el gobierno, la administración, tribunales, la policía, prisiones, el ejército y otros que, en conjunto, constituyen la fuerza represiva de apoyo. El Estado sólo tiene sentido en función del poder del Estado. Toda la lucha política de clases gira alrededor del Estado, o sea la conservación del poder del Estado por una clase o alianza de clases. El Estado puede permanecer aun cuando la posesión del poder de Estado cambie de manos.
De acuerdo con la teoría marxista del Estado, el proletariado debe tomar el poder del Estado y elaborar en etapas posteriores el proceso de la destrucción del Estado.

Aparatos ideológicos del Estado. Son instituciones distintas y especializadas que coexisten con el aparato (represivos) de Estado. Mientras que el ARE pertenece al entero dominio público, la mayor parte de los AIE son del dominio privado. El Estado no es ni público ni privado, da la pauta a la distinción entre lo público y privado, pero a final de cuentas poco importa la materialización de los AIE en públicos o privado, lo que importa es su funcionamiento.

Todo aparato de Estado (represivo o ideológico) funciona a la vez mediante violencia e ideología, pero mientras que el ARE funciona masivamente con la represión y sólo en segundo término con la ideología, a la inversa esto sucede con los AIE. La ideología con la que funcionan los AIE está unificada bajo la ideología dominante (de la clase dominante), a pesar de su diversidad y contradicciones. Ninguna clase puede ejercer el poder de Estado de manera duradera sin recurrir al mismo tiempo a los AIE. _No es tan fácil imponer la ley en los AIE porque las antiguas clases dominantes pueden conservar posiciones fuertes y por la resistencia de las clases explotadas.

¿Cómo se asegura la reproducción de las relaciones de producción?

Se asegura en gran parte por la superestructura jurídico-política e ideológica. La función del ARE consiste en asegurar a la fuerza las condiciones políticas de reproducción de las relaciones de producción (relaciones de explotación), asegura las condiciones políticas para la actuación de los AIE.

El objetivo de la Revolución Francesa no sólo fue trasladar el poder del Estado de la aristocracia feudal a la burguesía capitalista, romper el antiguo ARE y remplazarlo por otro ARE, sino también atacar el AIE dominante, la Iglesia, para apoyarse en un nuevo AIE que asegurara su reproducción de las relaciones de producción. Dicho nuevo AIE era el escolar. La mancuerna Iglesia-Familia es reemplazada por Escuela-Familia.

En la escuela se inculcan habilidades recubiertas por la ideología dominante, o la ideología dominante puramente como la moral o la formación cívica. Cada grupo recibe la ideología de acuerdo con el rol que debe cumplir en la sociedad de clases, ya sea rol de explotado (conciencia moral, profesional y apolítica), rol de explotador (saber mandar y hablar con los obreros), agente de represión (saber mandar y hacerse obedecer sin discutir) y profesionales de la ideología, aunque estas “cualidades” también se enseñan en los demás AIE.

Se reproduce así gran parte de las relaciones de producción, las relaciones entre explotados y explotadores. Todo esto está disimulado por la ideología que muestra a la escuela como neutra, sin ideología. Y es que hasta los propios profesores (la mayoría), no sospechan del trabajo que el sistema les obliga a realizar, y con cuya devoción a la enseñanza contribuyen a mantener esta ideología de la escuela.

Ideología. La ideología es el sistema de ideas, de representaciones, que domina el espíritu de un hombre o grupo social. Siempre expresa posiciones de clase.

Una teoría de las ideologías se basa en la historia de las formaciones sociales, y por ende de los modos de producción y de las luchas de clase que en ellas se desarrollan. La ideología no tiene historia propia.

En la Ideología alemana, la ideología es concebida como pura ilusión, puro sueño, es decir, nada. Su realidad está fuera de sí misma, es un constructo imaginario, su historia está fuera de ella, la única historia existente es la de los individuos concretos. La ideología en general no tiene historia, es omnihistórica pues está presente en toda la historia, es eterna.

Teoría 1. La ideología representa la relación imaginaria de los individuos con sus condiciones reales de existencia. Se dice que las ideologías son concepciones del mundo, que en gran parte son imaginarias, es decir que no corresponden a la realidad; sin embargo, se admite que aluden a la realidad y basta con interpretarlas para encontrar su representación imaginaria del mundo real en ese mismo mundo, en otras palabras en la ideología los hombres se representan de forma imaginaria sus condiciones reales de existencia, pero ¿por qué necesitamos representarnos de manera imaginaria nuestras condiciones reales de existencia?

1ra respuesta. Los curas o déspotas (y en sí los AIE) forjaron las “bellas mentiras”, para que los hombres creyendo que obedecen a Dios, en realidad los obedecen a ellos. La clase dominante basa su dominación y explotación del pueblo en una representación falsa del mundo que es inculcada a los dominados, para esclavizar sus espíritus por medio de la imaginación. Es falsa.

2da respuesta. Alienación material en las condiciones de existencia del hombre. Los hombres se forman una representación imaginaria (alienada) de sus condiciones de existencia porque esas mismas condiciones son alienantes, están dominadas por la esencia de la sociedad alienada: el trabaja alienado. También falsa.

No son las condiciones reales de existencia, su mundo real, las que los hombres se representan en la ideología sino la relación que existe entre ellos y las condiciones de su existencia. Este es el punto central de toda representación ideológica y por ende imaginaria del mundo real. En la ideología no está representado el sistema de relaciones reales que gobiernan la existencia de los individuos, sino la relación imaginaria de esos individuos con las relaciones reales en que viven.

Teoría 2. La ideología tiene una existencia material. Las representaciones de la ideología tienen una existencia material y no ideal. Los AIE y sus prácticas son la realización de la ideología, en un aparato y sus prácticas, existe siempre una ideología, y tal existencia es material. Obviamente la existencia material de la ideología en un aparato no posee la misma materialidad que una silla o una mesa, puesto que “la materia existe bajo diferentes modalidades”.

Si un individuo cree en Dios, en el deber, la justicia, etc., la creencia depende de las ideas de tal individuo, por lo tanto, de él mismo en tanto que posee una conciencia en la cual están contenidas las ideas de su creencia de la cual su comportamiento (material) se deriva. Se comprueba que la ideología reconoce al sujeto que tiene una consciencia, que cree en las ideas de su conciencia y debe actuar de acuerdo con sus ideas, materializar sus propias ideas, y si  no lo hace, no está bien.

En realidad si no se hace lo que debería hacer en función de lo que cree, es porque tiene otras ideas a las que proclama y actúa según a esas otras ideas.

La ideología interpela a los individuos como sujetos. La ideología sólo existe por el sujeto y para los sujetos, o sea, sólo existe para los sujetos concretos y es posible sólo por el sujeto. La categoría de sujeto es inherente a toda ideología, pero sólo en tanto que la ideología tiene por función la constitución del los individuos en sujetos, y es que la categoría de sujeto es evidente, por ejemplo el autor es un sujeto y los lectores son otros sujetos, y esta evidencia es un efecto ideológico, es decir la ideología nos hace ver las evidencias como inevitables y naturales. Aquí se está ejerciendo la función de reconocimiento ideológico de la ideología (la otra función es desconocimiento).

Los que están insertos en la ideología creen que están fuera de ella, pues la ideología se niega a sí misma, no evidencia que es ideología sino que lo “disfraza”, y dado que la ideología es eterna (puesto que no nace, más bien es el resultado de la lucha de clases) somos sujetos ya dados, siempre-ya  sujetos.

18.11 Althusser. La ideología como materia

Bitácora del 19 de noviembre: Ideología y aparatos ideológicos de Estado
Por Mauricio Kevin Aguilera

Preguntas en clase:
¿Qué es el chauvinismo? Se trata de la creencia según la cual lo propio es lo mejor. En ese sentido, es contrario al malinchismo.
¿Qué es el índice de eficacia respectivo? Que tan eficiente es una metáfora para explicar una situación.

Temas:
 
La necesidad de la sociedad de la reproducción de las condiciones de producción
 
Una sociedad requiere, al mismo tiempo que produce, reproducir el mismo modo de producción y requiere también que siempre se estén reproduciendo las materias primas. Para sobrevivir una sociedad requiere entonces reproducir dos cosas:

1. Reproducir las fuerzas productivas:
Las materias primas, maquinaria y todo aquello con lo cual se produce (en una empresa).
La fuerza de trabajo, es decir que se reproduzcan los empleados u obreros y esto es en dos sentidos; la reproducción en su persona, que puedan cubrir sus necesidades cada día, para que sus energías sean las mismas y así pueda seguir trabajando eficientemente. Esas necesidades cubiertas por el salario no son las mismas en cada persona y en cada sociedad, sino que son históricas (por ejemplo, el proletariado francés necesitará vino, de la misma manera que el inglés cerveza). El segundo sentido es la reproducción de especie (especie proletaria), de familia, para asegurarse en un futuro alguien a quien explotar, en resumidas cuentas el salario tiene que asegurarse de cubrir lo indispensable (y sólo lo indispensable) para sí mismo y para la reproducción de los futuros obreros.

¿Cómo conseguir (como sistema) que el sistema se perpetúe?

Para que los hijos de los obreros lleguen a la fábrica se necesita que repitan las condiciones de sus padres, y esto se asegura con la mano de obra calificada (puesto que vivimos en una sociedad con división del trabajo), aprender una serie de técnicas y conocimientos que nos permitan cumplir con nuestra tarea, y aún más importante es la sumisión, asegurar la sumisión; en suma, que estén de acuerdo ante el acto de la división del trabajo y acepten su condición de clase dominada.

2. Reproducir sus relaciones de producción. ¿Cómo asegurar que el modo en que se está produciendo se perpetúe? ¿Por qué seguimos manteniendo un tipo de relaciones de producción que en principio no beneficia más que a unos pocos? Con la ideología, pero para responder a esta pregunta de manera satisfactoria tenemos que remontarnos a una más básica como la del Estado y la sociedad.

Metáfora del edificio (infraestructura y superestructura)

En la clásica metáfora marxista, la sociedad está representada como un edificio en el cual la parte inferior o “infraestructura” significa el sostén de tipo económico y que es independiente de la superestructura compuesta por las Leyes y por la ideología. La infraestructura sostiene el modo en que se concibe a sí misma la sociedad. Engels la llama determinación en última instancia, donde todo lo que está arriba (esto es, las creencias) depende de la organización económica de la sociedad.

Dicha metáfora da la imagen de algo estático y, por ende, no ofrece elementos para entender la reproducción de la propia sociedad.

El Estado

Para asegurar su permanencia, el Estado cuenta con aparatos de represión (ejército, policía, prisiones, etc.) que le aseguran el monopolio de la violencia legítima. Pero no basta con esto para asegurar su continuidad, sino que es necesario que sus miembros estén convencidos de que su situación es la idónea o la única posible, y esto se logra con las leyes, la ideología, o el aparato ideológico de estado.

La educación, que se imparte en instituciones en apariencia neutrales, es el aparato ideológico predilecto del capitalismo (de la misma manera que la Iglesia lo fue para el feudalismo).

¿Por qué tenemos las ideas que tenemos? Las ideologías son una relación imaginaria con una realidad. La explicación mecanicista interpreta que las idea derivan directamente de una proyección, tal como Dios tenía las características de los hombres. La explicación marxista establece que las condiciones materiales implican una estructura en las ideas: por ejemplo, que la cosificación en la conciencia es consecuencia de nuestro modo de producción cosificado. Ambas son falsas, una tercera la material, plantea que las ideas que tenemos no se reflejan en lo que decimos, o creemos que creemos, sino que están en nuestros actos mismos.

Nuestra ideología, más que lo que decimos, se manifiesta en los actos. Estamos enajenados por el modo de producción, pues no nos damos cuenta que la ideología se encuentra en lo que hacemos cada día.

Resumen: Althusser, Aparatos ideológicos del Estado

Louis Althusser, «Ideología y aparatos ideológicos del Estado» en La filosofía como arma de la revolución, México, Siglo XXI, 1968, pp.102-151.
Resumen de Juan Ornelas

La condición final de la producción es la reproducción de las condiciones de producción, de lo contrario, una formación social que no reproduzca las condiciones de producción para que la producción sea posible, no sobrevivirá siquiera un año.

¿Qué es la reproducción de las condiciones de producción?

Las tenaces evidencias (evidencias ideológicas de tipo empirista) ofrecidas por el punto de vista de la mera producción incluso de la simple práctica productiva, (abstracta ella misma con respecto al proceso de producción) se incorpora de tal modo a nuestra conciencia cotidiana, que es sumamente difícil, por no decir casi imposible, elevarse al punto de vista de la producción. Sin embargo, cuando no se adopta tal punto de  vista todo resulta abstracto y deformado (más que parcial), aun en el nivel de la producción y con mayor razón todavía en de la simple práctica.

El proceso de producción emplea fuerzas productivas existentes en y bajo estas relaciones de producción definidas para existir. Toda formación social debe reproducir las condiciones de su producción, esta se divide en dos ramas:

a) Las fuerzas productivas
b) Las relaciones de producción existentes

No hay producción si no se asegura la reproducción de las condiciones materiales de la producción: la reproducción de los medios de producción (materia prima, instalaciones fijas, instrumentos de producción, etc.).

La reproducción de las condiciones materiales de la producción no va a ser pensada a nivel de la empresa pues no es allí donde se da en sus condiciones reales. Lo que sucede en el nivel de la empresa es un efecto, que sólo da la idea de la necesidad de reproducción, pero que no permite en absoluto pensar en las condiciones y los mecanismos de la misma. Así, la demanda de medios de producción puede ser satisfecha por la oferta.


La reproducción de las fuerzas de trabajo


La fuerza de trabajo se asegura dándole el medio material para que se siga reproduciendo: el salario. Pero no basta con asegurar la fuerza de trabajo, y las condiciones materiales de su reproducción para que se reproduzca como tal, debe ser competente, apta para ser utilizada en el complejo sistema del proceso de producción. Debe ser calificada según las exigencias de la división socio-técnica del trabajo, en sus distintos “puestos” y “empleos”.

La calificación de las fuerza de trabajo tiende a asegurarse no “en el lugar del trabajo”, sino fuera de la producción, por medio del sistema educativo, diseñado para aumentar la fuerza de trabajo.

En la escuela se aprenden “habilidades”, además de técnicas y conocimientos, pero también se aprenden las “reglas” de convivencia que debe observar todo agente de la división del trabajo según el puesto que está destinado a ocupar: reglas de moral y conciencia cívica y profesional, lo que significa en realidad reglas del respeto a la división social y técnica del trabajo y, en definitiva, reglas del orden establecido por la dominación de clase.

La reproducción de la fuerza de trabajo no solo exige una reproducción de su clasificación sino, al mismo tiempo, la reproducción de su sumisión a la ideología dominante. Así nace el sometimiento a la clase dominante. No solo la escuela sino también otras instituciones de Estado como la iglesia, el ejército o los medios de comunicación, son los que enseñan las habilidades bajo formas que aseguren tal sometimiento. La reproducción de la calificación de la fuerza de trabajo se asegura en y bajo las formas de sometimiento ideológico. Entonces reconocemos la presencia eficaz de una nueva realidad: La ideología.

¿Cómo se asegura la reproducción de las relaciones de producción? Para responder esa pregunta hay que rescatar primero dos cuestiones.

La sociedad

Utilizaremos la estructura de una sociedad como en principio Marx la describe. Toda sociedad está constituida por dos niveles: la infraestructura o base económica (“unidad” de fuerzas de trabajo y relaciones de producción) y la superestructura que comprende dos instancias, la jurídico-política y la ideológica. Este diseño está estructurado con un interés teórico-pedagógico que ofrece una fundamental ventana teórica que permite inscribir en el dispositivo teórico de sus conceptos esenciales lo que nosotros hemos llamado su índice de eficiencia respectivo.

El Estado


El Estado es una máquina de represión que permite a las clases dominantes asegurar su dominio sobre la clase obrera para someterla al proceso de explotación de la plusvalía. El Estado gira en torno a la posesión del poder del Estado. Por otra parte existe el aparato de Estado. El objetivo de la lucha de clases concierne al poder de Estado y en consecuencia en la utilización del aparato de Estado, determinado por las clases que tiene el poder de Estado en función de sus objetivos de clase. Para hacer progresar la teoría del Estado, es indispensable tener en cuenta no solo la distinción entre poder de estado y aparato de estado, sino también otra realidad que se manifiesta junto al aparato (represivo) de Estado, pero que no so confunde con él, los aparatos ideológicos del estado (AIE).

Así como existen los aparatos represivos también existe una pluralidad de aparatos ideológicos de Estado. Además los aparatos represivos son de dominio público, y en el caso de los aparatos ideológicos, son del domino privado. No existen aparatos de Estado puramente represivos: las instituciones como la policía y el ejército también utilizan la ideología, y de la misma manera no existe un aparato puramente ideológico. La diferencia esencial entre el aparato represivo de estado y el aparato ideológico del Estado, es que el primero “funciona mediante la violencia”, en tanto que el AIE funciona mediante la ideología. A pesar de la diversidad de AIE, se podría decir que la clase dominante ejerce la represión y a su vez utiliza su ideología. Así pues el AIE también tiene su lugar en la lucha de clases.

¿Cuál es la medida del rol de los aparatos ideológicos de Estado? ¿A qué corresponden la “función” de esos aparatos ideológicos del Estado que no funcionan con la represión sino con la ideología?

Reproducción de las relaciones de producción

El rol del aparato represivo del Estado consiste esencialmente, en tanto aparato represivo, en asegurar por la fuerza, las condiciones políticas de reproducción de los relaciones de producción que son en ultima instancia, relaciones de explotación. El aparato de Estado no solamente contribuye en su propia reproducción sino también, y sobre todo, asegura mediante la represión las condiciones políticas de la actuación de los aparatos ideológicos.
La función de la diversidad de los aparatos ideológicos de estado, en su rol único, es reproducir las relaciones de producción.

La clase dominante en las formaciones capitalistas maduras asegura la “armonía” entre el  aparto represivo y los aparatos ideológicos por medio del aparato ideológico escolar.

Todos los aparatos de Estado buscan el mismo resultado: reproducir las relaciones de producción (i.e. las relaciones capitalistas de explotación). Por medio del sometimiento de los individuos a una ideología de Estado “democrática”, atiborrando a todos los ciudadanos mediante la prensa, la radio, la televisión, con dosis diarias de nacionalismo, chovinismo, liberalismo, moralismo.  Se inculca en los niños “habilidades” recubiertas por la ideología dominante en estado puro (moral, instrucción cívica, filosofía, etc.)

Cada grupo está provisto de la ideología que conviene al rol que debe cumplir en la sociedad de clases. 

Se puede concluir que la pareja Escuela-familia constituye el aparato ideológico del Estado dominante, aparato que desempeña el rol determinante en la reproducción de las relaciones producción de un modo de producción amenazado en su existencia por la lucha de clases.

La ideología

Todos los aparatos ideológicos del Estado funcionan con una ideología básica, que Marx definía como: “el sistema de ideas, de representaciones que domina al espíritu de un hombre o grupo social”. La teoría de las ideologías se basa en la historia de las formaciones sociales; por lo tanto en los modos de producción combinados en ésta y de las luchas de clases que en ellas se desarrollan.

Teoría de la ideología general:
  • La ideología es pura ilusión, como un sueño, no es absolutamente nada.
  • La ideología no tiene historia.
  • La ideología está dotada de una estructura y funcionamiento que constituyen una realidad no-histórica (omnihistorica).
  • La ideología es “eterna” en el sentido que decimos que lo es el inconsciente según Freud.
  • La ideología es una representación imaginaria de la relación con sus condiciones reales de existencia.

Ofrecemos dos tesis para apoyar esta teoría:

Tesis 1: la ideología representa la relación imaginaria de los individuos con sus condiciones reales de existencia.

La palabra ideología significa: ilusión o alusión a algo. Los hombres se representan en forma imaginaria sus condiciones reales de existencia. La existencia de los grupos de estos cínicos que basan su dominación y explotación del “pueblo” en una representación falseada del mundo que han imaginado para esclavizar los espíritus mediante el dominio de su imaginación. Como Marx decía: “es la alienación material que reina en las condiciones de existencia de los hombres mismos” (trabajo alienado). En la representación imaginaria del mundo que se encuentra en una ideología están reflejadas las condiciones de existencia de los hombres y por lo tanto su mundo real.

Toda ideología en su formación necesariamente imaginaria no representa las relaciones de producción existentes (y las otras relaciones que de allí derivan), sino ante todo la relación (imaginaria) de los individuos con las relaciones de producción y las relaciones que de ella resultan. En la ideología no está representando entonces el sistema de relaciones reales que gobiernan la existencia de lo individuos, sino la relación imaginaria de esos individuos con las relaciones reales que viven.

Tesis 2: la ideología tiene una existencia material.

Los individuos viven en la ideología, cuya deformación imaginaria depende de su relación imaginaria con sus condiciones de existencia, con las relaciones de producción y de clase. Diríamos que esta relación está dotada de existencia material. El individuo en cuestión se conoce de tal o cual manera, adopta tal o cual comportamiento práctico y, además, participa en ciertas prácticas reguladas, que son del aparato ideológico del cual “dependen” las ideas que el ha elegido libremente con toda conciencia, en su calidad de sujeto. 
Todo depende de la noción del sujeto; la ideología interpela a los individuos como sujetos.
La ideología solo existe por el sujeto y para el sujeto, puesto que toda ideología tiene por función la “constitución” de los individuos concretos en sujeto. Así la ideología no está nada más en las formas materiales de la existencia de ese funcionamiento. El hombre por naturaleza es un animal ideológico, cuando reconoce en otro el discurso que argumenta. La ideología transforma a los individuos en sujetos.

18.11 Althusser. La ideología como materia

Bitácora de la sesión del día viernes 18 de noviembre del 2011
Por Juan Ornelas

La clase giró en torno a tres puntos específicos para comprender la lectura del texto de Louis Althusser, “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”.

Los tres puntos mencionados son:

a) ¿Qué significa la necesidad de que la sociedad reproduzca las condiciones de producción?
b) Explicar el sentido de la metáfora del Edificio (infraestructura y superestructura).
c) Las implicaciones de estos dos puntos para determinar al Estado.

a) Hasta un niño sabe que una formación social que no reproduzca las condiciones de producción al mismo tiempo que produce, no sobrevivirá siquiera un año. Así que es
necesario que la sociedad reproduzca sus condiciones de producción respecto de dos cosas:

- Reproducir las fuerzas productivas
- Reproducir las relaciones de producción

La fuerza productiva es la fuerza de trabajo que es esencial en la producción de las mercancías dentro de una empresa, donde basta con saber-hacer. Sin embargo, tiene también que ser competente en este rol, es decir, saber-ser obrero. Requiere así una educación diseñada para inculcar este saber-hacer y cumplir con el plan capitalista de seguir obteniendo esta fuerza de trabajo.

En un principio se mantiene a esta fuerza de trabajo satisfaciendo sus necesidades con un salario, de modo que pueda seguir ejerciendo su función con la misma energía. El capitalista debe asegurarse que todos los trabajadores estén sometidos al acto mismo de la división del trabajo, pues el modo capitalista tiene que reproducirse. ¿Cómo conseguir eso?: Implantando la ideología.

Pasamos al segundo punto para analizar el papel que juega la ideología en una sociedad, tomando a esta como la edificación de una estructura de dos niveles.

b) En la metáfora del edificio, Althusser divide la estructura de un sociedad en dos niveles, la infraestructura o base económica (“unidad” de fuerzas de trabajo y relaciones de producción) y la superestructura que comprende dos instancias, la jurídico-política y la ideológica. La primera, como base, determinará a la superestructura, puesto que todo lo que se encuentre en el poder dependerá de la organización de la sociedad. Entiendo como poder al aparato ideológico que determina en un momento a la sociedad. Así pues la superestructura depende de cómo estén acomodadas las columnas de la base, es decir, el modo en que esa sociedad se mantiene.

c) No basta con una represión física del Estado con el monopolio de la violencia legitima. Es necesario convencer a los miembros de la sociedad que en efecto no existe tal represión, sino que “todo esta bien”, que viven en el mejor Estado.

Entonces es el sistema en su conjunto el que se encarga de ideologizar a la sociedad. Dado que la ideología es la relación imaginaria con la realidad, se puede dar una explicación mecanicista en la que las ideas son el producto de una manipulación de sacerdotes o reyes. Otra opción para entender la ideología es la versión de Marx, que es también falsa. En esta perspectiva, las condiciones materiales implicarían una estructura en el pensamiento de un individuo, como la afirmación de que estamos enajenados porque el modo capitalista está enajenado. La tercera alternativa es que la ideología es materia, ya que refleja la congruencia o la incongruencia de todo aquello que decimos con respecto de lo que hacemos. En otros términos, la ideología se encuentra en la práctica.

Resumen: Althusser. Aparatos ideológicos del Estado

Louis Althusser, «Ideología y aparatos ideológicos del Estado» en La filosofía como arma de la revolución, México, Siglo XXI, 1968, pp.102-151.
Por Ixchel Uribe

La sociedad sólo puede sobrevivir reproduciendo las condiciones de producción al mismo tiempo que produce, por lo que el fin último de la producción es la reproducción de condiciones de producción: fuerzas productivas y relaciones de producción existentes.

Para que la fuerza de trabajo pueda reproducirse necesita del salario, pero sólo representa lo indispensable (vestido, casa, alimentos) para que pueda presentarse a trabajar al día siguiente, así como lo necesario para que pueda criar y educar a sus hijos en los que se reproducirá el proletariado pues en un futuro esos niños se convertirán en trabajadores. Estas necesidades que satisface el salario no sólo son de carácter biológico sino también son necesidades de un mínimo histórico y que son diferentes en cada lugar o grupo social del que se es parte.

La fuerza de trabajo debe ser competente; esto se logra con mano de obra calificada, de acuerdo con la división del trabajo. Para asegurar la reproducción de la calificación de la fuerza de trabajo, es indispensable la educación capitalista, ya que en la escuela se aprenden habilidades rudimentarias o profundas que sirven para cada puesto de la producción.

La escuela inculca reglas establecidas por la clase dominante y que favorecen la reproducción de la sumisión a la ideología dominante que asegura la permanencia de la clase dominante. La reproducción de la calificación de la fuerza de trabajo se alcanza gracias a las formas de sometimiento ideológico.

Para hablar sobre la reproducción de las Relaciones de producción, Althusser muestra que es necesario determinar qué es la sociedad, retomando lo establecido por Marx, en cuanto a que la sociedad está constituida por niveles articulados entre sí por la infraestructura (fuerzas productivas y relaciones de producción) y superestructura (formada por dos niveles: jurídico político y la ideología), en el que hay un índice de eficacia en donde todo lo que ocurre en la superestructura está determinado por la infraestructura. Crítica esta metáfora señalando que ésta se mantiene en el plano descriptivo.

El Estado es considerado como un aparato represivo que permite a la clase dominante mantener su posición respecto a la clase obrera sobre la cual debe mantener su sometimiento, siendo esta su función fundamental.

Debe hacerse la distinción entre el poder de Estado y el aparato de Estado. El poder de Estado es la toma o conservación del poder, es el objetivo de la lucha de clases. Los aparatos de Estado se encuentran formados por el gobierno, la administración, el ejército, la policía; etc., son aparatos represivos porque hacen uso de la violencia para mantener el orden establecido. 

Los aparatos ideológicos del Estado, indispensables para el progreso de la teoría del Estado, se encuentran en instituciones: religiosas, escolares, jurídicas, políticas, culturales, la familia; etc. La diferencia entre ellos y los aparatos represivos radica en que estos últimos basan su funcionamiento en el uso de la violencia y es de carácter público; en cambio en los aparatos ideológicos del Estado su funcionamiento deriva de la ideología y en su mayoría son de carácter privado.
Cada aparato de Estado funciona en primer lugar mediante la represión y en segundo lugar con la ideología y viceversa dependiendo del aparato de Estado del que se hable.

Los aparatos ideológicos del Estado se rigen bajo la ideología dominante, es decir, la de la clase dominante, la que tiene el poder en sus manos y que dispone de los aparatos represivos del Estado. Althusser  señala que la clase dominante no puede mantenerse en el poder si no expande su domino a estos aparatos ideológicos, por lo que se convierten a su vez en objetivo de la lucha de clases.     


La escuela forma a sus estudiantes bajo lo establecido por la ideología dominante, que en un futuro de acuerdo a su situación de explotado, agente de explotación o represión y como profesionales estarán empapados de ella.  Con el aprendizaje de habilidades puede alcanzarse parte de la reproducción de las relaciones de producción y aunque se tenga la concepción de que la escuela es un recinto neutro, libre, sin ideología, siempre tendrá la influencia de la ideología dominante,  favoreciendo la reproducción de las  relaciones de producción.

Sobre una teoría de las ideologías, Althusser señala que sólo son reflejo de los modos de producción, por lo que estas no tienen historia. La ideología es vista como una ilusión, pues su historia está fuera de ella.

La estructura  y funcionamiento de la ideología surgen de una realidad no histórica, en el sentido de que su estructura y funcionamiento como elementos inmutables están presentes en la historia de la lucha de clases. La ideología es eterna en un sentido análogo a la «eternidad» del inconsciente de Freud.

Tesis 1: la ideología representa una relación imaginaria de los individuos con sus condiciones reales de existencia.

Las ideologías son consideradas como concepciones del mundo; esas concepciones son imaginarias, que desde un punto de vista crítico al ser imaginarias no corresponden a la realidad. Sin embargo, hacen referencia a ella, pues al ser interpretadas encuentran en su representación imaginaria del mundo la realidad de este.

En la representación imaginaria del mundo se reflejan las condiciones de existencia del hombre en su mundo real: se representa la relación entre los hombres y sus condiciones de existencia, la relación de los hombres con las relaciones de producción.

Tesis 2: La Ideología tiene una existencia material.

Las ideas de las que está compuesta la ideología tienen existencia material.

Un individuo que cree en algo, sustenta lo que cree en sus ideas. Como sujeto, su comportamiento es acorde con la ideología que adopta. En sus actos, en la práctica material se manifiestan las ideas en las que cree. Si no lo hace, entonces cree en otra cosa.


Althusser propone que la ideología sólo existe por y para el sujeto. La función de la ideología es constituir individuos concretos en sujetos. La ideología lleva a cabo dos funciones: reconocimiento y desconocimiento. En cuanto a su relación con la categoría de sujeto, ejerce su función de reconocimiento pues el ser sujeto es una evidencia, es algo que no puede dejar de reconocerse. La ideología tiene como función reclutar sujetos entre individuos, esto es, la de transformar individuos en sujetos por medio de la interpelación.

Lo que parece que sucede fuera de la ideología en realidad pasa en la ideología, por eso quienes señalan que están fuera de la ideología en realidad están dentro de ella. Esta negación es un efecto de la ideología: se necesita estar fuera de la ideología (en conocimiento científico) para poder decir que se está o se estaba en ella.
La estructura de la ideología especular (de espejo) y redoblada interpela a los individuos como sujetos en relación con un Sujeto que es único y absoluto que da lugar a 3 tipos de reconocimiento: entre sujetos; entre sujetos y el Sujeto absoluto. Se tiene la garantía de que todo está bien, siempre que los sujetos reconozcan lo que «son» y actúen en consecuencia, con la ideología. Al señalar Althusser que los individuos marchan solos se refiere a un efecto que reside en la ambigüedad del término sujeto al cual puede considerarse como una subjetividad libre, como ser responsable; o en segundo lugar como un ser sojuzgado sometido a otro Sujeto, sin otra libertad que la aceptación de su condición. Por lo tanto la interpelación del sujeto como ser libre es para que él se someta a otro Sujeto aceptando voluntariamente su sujeción, y de esta forma se asegura la reproducción de las relaciones de producción, pues el hombre se comportará de acuerdo con la ideología.

18.11 Althusser. La ideología como materia

Bitácora de la sesión del 18 de noviembre de 2011
Por Ixchel Uribe

Para el desarrollo de esta sesión se establecieron los siguientes puntos:

1. La necesidad de que la sociedad se reproduzca
2. Metáfora del edificio (estructura y superestructura)
3. El conjunto o colectividad denominado Estado

La sociedad necesita reproducirse. Para asegurar su sobrevivencia, la sociedad necesita de la reproducción de Fuerzas Productivas (son todos los elementos necesarios para producir, es decir, capital constante) y de la Fuerza de Trabajo (trabajadores) de la que dependen las fuerzas productivas para reproducirse. El trabajador necesita del salario para reproducirse, satisfaciendo sus necesidades las cuales son de carácter histórico, y por ende, distintas para todos los seres humanos. El salario debe ser al menos suficiente para que el trabajador tenga energía para presentarse al día siguiente a trabajar y para que pueda tener descendientes que en un futuro se integrarán a las filas del proletariado. El capitalista  consciente de ello necesita que la descendencia del trabajador se mantenga en la misma situación que sus padres, es decir, que sean igualmente explotados.

La mano de obra debe ser calificada al mismo tiempo que acepta su sumisión. Sólo asegurándose de formar futuros obreros puede asegurarse la permanencia de la sociedad.

Gracias a la ideología se pueden reproducir las relaciones de producción. La ideología no tiene historia, la única existente es la historia de la economía. La historia de formas ideológicas es falsa, pues todas ellas son reflejo de los modos de producción.

Althusser explica a la sociedad y el Estado por medio de la Metáfora del edificio, de la siguiente manera: infraestructura (componentes económicos de carácter independiente) y superestructura o supraestructura, (formada por leyes e ideología),  dependiente de la primera.

Las diferencias entre las condiciones económicas (materiales), definen la manera en que se concibe a la sociedad. Cómo pensamos está determinado por la organización económica de la sociedad en que vivimos. La ideología mantiene las relaciones de producción y la reproducción de estas. Para comprender qué es la sociedad y el Estado debe superarse la metáfora del edificio, porque es estática.

Existen dos figuras que constituyen al Estado desde el punto de vista de la reproducción, en la que las relaciones de producción necesitan de una organización material.

Weber denomina al Estado como monopolio de la violencia legítima, que cuenta con aparatos represores que le permiten alcanzar sus fines. Si no se actúa conforme a lo que establecen sus reglas aunque sean injustas, utiliza a sus agentes represores como el ejército o la policía para hacerlas cumplir.

El orden social se mantiene gracias a la ideología, por medio de ella se convence a los miembros del Estado que están frente a la mejor o única alternativa. El aparato ideológico predominante para lograr este objetivo es la escuela. Lo que se enseña en ella, está «cargado» de la ideología que permite perpetuar al Estado.

Las ideologías son una relación imaginaria con la realidad. Para Althusser la ideología es materia, pues todas las ideas que tenemos no se reflejan en lo que creemos, sino que se encuentran en nuestros actos, aunque no nos demos cuenta de su presencia en lo que hacemos cada día.

16.11 Lukács. La autoconciencia de la cosa

Bitácora de la sesión del 16 de noviembre de 2011
Por Claudia Ivette Fuerte

Al empezar la clase se explicó cómo el hombre se vuelve objeto, es decir una “cosa”, al vender como mercancía su fuerza de trabajo.

Después, conforme al texto vimos cómo en la individualidad  siempre vemos a los demás ajenos a nosotros; y las ideas que tenemos del mundo son de la clase dominante, es decir la de la clase capitalista, pues crean una visión del mundo a su conveniencia, una visión que el proletariado adopta como propia.

Para comprender lo anterior de una mejor manera analizamos el objeto de la siguiente manera:

Entre el sujeto y el objeto tiene que haber una distancia  para poder criticarlo; esta es una acción inmediata de parte del sujeto. En esta distancia marcada por él mismo, el sujeto va a criticar al objeto, y esta crítica es la que pone en duda que la apariencia del objeto era el objeto real, “en sí”. El objeto en sí es independientemente del sujeto.

Posteriormente vimos que todo lo que se ve como verdadero tiene que ser criticado de tal modo que quite lo subjetivo en el conocimiento. A esto se le llama  “desantropomorfizar”: superar la simple creencia y desprenderse del conocimiento mítico y epistémico, que es puramente falso. El hombre se aleja de lo que cree que es real, la mera apariencia; pero lo real es el humano  ya que el mundo  lo creo él  y la apariencia que tiene el objeto cubre este origen.

Por último, vimos la cosificación: la distancia entre el sujeto y el objeto se piensa como relación de trabajo que es determinada por sus condiciones materiales.  La relación  sujeto-objeto se tendría que ver en relación con lo que debe ser un ser como humano no como algo  extraño.  El hombre trata de entender algo que él mismo ha creado. Entonces el humano pretende entender un objeto que él mismo ha creado.

Poniendo al sujeto como trabajador, éste se separa del producto de su trabajo, ya que lo que produce no le pertenece. Cuando el trabajador adquiere conciencia de este proceso, adquiere conciencia de su ser como mercancía, es decir como objeto, y a la vez como “cosa”. Dicho de otra manera, el producto de su trabajo no es para él, sino que él es un “algo”, una mercancía que el dueño del dinero adquiere.

Al tener conciencia de su ser como cosa, el hombre se sabe entonces objeto y también marca una distancia crítica inmediata de él mismo. En ese momento también marcará una distancia de él como objeto y de objeto a él mismo como sujeto. La conciencia de clase del proletario es así la autoconciencia de la cosa.

16.11 Lukács. Autoconciencia de la cosa

Bitácora de la sesión del 16 de noviembre de 2011
Por Enrique Cervantes

Anteriormente vimos que la mercancía es un objeto para el hombre, un satisfactor de necesidades. Asimismo, el hombre también se vuelve un objeto al vender su fuerza de trabajo  como mercancía.

Primero, analizamos al hombre como sujeto (S); después, a la mercancía como objeto (O). Para comprender al objeto, el sujeto tiene que marcar una distancia, es decir, objetivar en este caso la mercancía;, y es en esta distancia que el sujeto tiene que criticar al objeto y no solo aceptar como realidad total del objeto su mera apariencia. Esta es una acción inmediata. Mediante este proceso de someter a cuestionamiento la falsa realidad que se presenta del objeto con respecto a su apariencia, es como podremos conocer su «verdad».

Ahora bien, en estas condiciones, el objeto tiene una existencia independiente, «en sí». Usamos el termino desantropomorfizar para referirnos al intento de eliminar del conocimiento los aspectos míticos que proyecta el ser humano.


El sujeto se aleja así de lo real para superar su propia subjetividad. Es decir, el objeto (cosa, mercancía, mundo) lo creó el sujeto, y la apariencia que tiene tal objeto cubre su propia naturaleza. Es esta apariencia la que el sujeto tiene que criticar para desubjetivarse él mismo.

Después analizamos la cosificación.

La distancia entre el sujeto y el objeto es pensada como una relación de trabajo, determinada por las condiciones materiales. Al intentar comprender un objeto que es creado por él mismo, comprende entonces que hay una distancia entre él y el producto de su trabajo: lo que ha producido no le pertenece, pues no puede disponer de ese producto libremente. No poder disponer de su producto también creará una conciencia en el hombre de que él también es un objeto, una «cosa», una herramienta para un sistema que es el que le impide disponer del producto de su trabajo.

El trabajador que es a la vez sujeto y objeto, marcará la distancia de él mismo como objeto, y a la vez de él mismo como sujeto. Entonces el trabajador se convierte en la mercancía por excelencia, y adquiere conciencia de su ser explotado.

11.11 Lukács, objetividad y cosificación

Bitácora de la sesión del 11 de noviembre de 2011
Por Anaid Mora

En el acto de la cosificación la idea central es la relación sujeto-objeto, ya que es de donde parte el concepto de objetividad:

Sujeto: El que realiza la acción de conocer
Objeto: El que es conocido

La objetividad, esto es, el reporte de lo que un objeto «es» con independencia de cómo se presente ante nosotros hace verdadera una afirmación. De aquí que el conocimiento deba evitar —en la medida de lo posible— la intervención del sujeto.

Para lograr demostrar que un algo es independiente de mí, necesito hacerlo un objeto que se distingue desde mi perspectiva. Descartes plantea la separación radical entre sujeto y objeto para acceder a la certeza de lo que lo rodea. La duda metódica consiste en someter a cuestionamiento todo tipo de saber. Primero pone en tela de juicio los datos de los sentidos, a continuación si estamos soñando y, por último, si no será mi vida el juego de un genio maligno. De tal manera, no tendría nada cierto, salvo una cosa: que estoy dudando. Si cuestiono, pienso. Si pienso, ¡existo! La famosa frase de Descartes sintetiza este razonamiento: cogito, ergo sum.

El objeto es en sí incomprensible porque lo que conozco yo como sujeto del objeto es sólo lo que se ve, su apariencia, y no puedo acceder a lo que le da al objeto su apariencia (su fundamento): es el nóumeno (límite en filosofía idealista). Por lo tanto lo que conozco del objeto no es el objeto en sí, sino lo que yo puse ahí desde el principio. Llegué a la certeza de mí, pero perdí la del objeto. Entonces, ¿Cómo acceder a la «objetividad» si soy un sujeto? El problema es que yo del objeto sólo conozco la apariencia del objeto y no el en sí.  Si me relaciono con su manifestación en apariencia, esa apariencia es respecto de mí. Para que el sujeto pueda conocer el en sí del objeto debe vincularse con él.

La libertad del hombre es en un sentido un nóumeno porque está en el en sí del ser humano: en el mundo fenoménico lo que vemos son acciones que obedecen a «causas», no el ejercicio de la libertad.

En la Crítica de la razón pura, Kant dice que en la búsqueda del conocimiento llega un momento en el que el sujeto ya no es el que gira alrededor del objeto para poder conocerlo y entenderlo, sino que es el objeto el que gira alrededor del sujeto. De tal forma, su sistema es una suerte de revolución análoga a la de Copérnico, quien pasó de la representación geocéntrica a la heliocéntrica.

Si en el objeto no hay absolutamente nada que no haya yo puesto ahí, hay dos consecuencias: la totalidad y la irracionalidad. Por una parte, el «mundo» se vuelve irracional (no accesible a la razón): la separación sujeto-objeto es el reflejo de las condiciones sociales del capitalismo. Por otra parte, no se pueden aislar las cosas ya que todo forma parte de un sistema. La superación de este problema sólo es posible en la sociedad burguesa.

Resumen: Lukács, El fenómeno de la cosificación

Georg Lukács, «I. El fenómeno de la cosificación» en Historia y conciencia de clase, La Habana, Instituto del Libro, 1970, pp.110-135.
Por Mauricio Prado
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La esencia de la estructura de la mercancía se basa en que una relación entre personas cobra el carácter de una coseidad, donde se esconde toda huella de su naturaleza esencial; el ser una relación entre hombres.

Hay que aclarar que el problema del fetichismo de la mercancía es un problema específico de nuestra época, un problema del capitalismo moderno. Es cierto que en estadios primitivos de la sociedad ya ha habido tráfico mercantil, pero lo importante aquí es: en qué medida el tráfico mercantil  y sus consecuencias estructurales son capaces de influir en la vida entera de la sociedad, igual la externa que la interna. Mientras que en las sociedades pre-capitalistas su relación con las mercancías era casual, en las sociedades capitalistas estas relaciones con las mercancías son las que rigen a la sociedad, olvidando que son relaciones sociales.

Al examinar este hecho estructural hay que observar ante todo que por obra de él el hombre se enfrenta con su propia actividad, con su propio trabajo, como algo independiente de él, como algo que lo domina a él mismo por obra de leyes ajenas a lo humano. Eso ocurre desde el punto de vista objetivo cuanto desde el subjetivo. Ocurre objetivamente en el sentido de que surge un mundo de cosas y relaciones cósicas cristalizado, cuyas leyes se les contraponen siempre como poderes invencibles, autónomos en su acción. Y subjetivamente porque, en una economía mercantil completa, la actividad del hombre se le objetiva a él mismo, se le convierte en mercancía sometida a la objetividad no humana de unas leyes naturales de la sociedad. Dice en ese sentido Marx: “Así pues, lo que caracteriza la época capitalista es que la fuerza de trabajo… toma para el trabajador mismo la forma de una mercancía que le pertenece”.

Si se observa el camino recorrido de los modos de producción se puede apreciar una creciente racionalización, una progresiva eliminación de las propiedades cualitativas, humanas, individuales del trabajador. El proceso de trabajo se descompone cada vez más en operaciones parciales abstractamente racionales, con lo que se rompe la relación del trabajador con el producto como un todo. La racionalización, en el sentido de un cálculo previo y cada vez más exacto de todos los resultados que hay que alcanzar, no puede conseguirse más que mediante una descomposición muy detallada de cada complejo en sus elementos, mediante la investigación de las leyes parciales especiales de su producción.

Así desaparece el producto unitario como objeto del proceso del trabajo. El proceso se convierte en una conexión objetiva de sistemas parciales racionalizados. Esta descomposición del objeto de la producción significa al mismo tiempo y necesariamente el desgarramiento de su sujeto. El trabajador queda inserto, como parte mecanizada, en un sistema mecánico con el que se encuentra como con algo ya completo que funciona con plena independencia de él, y a cuyas leyes debe someterse sin voluntad. Esto genera una actitud contemplativa por parte del trabajador.

La mecanización racional del proceso del trabajo no es, en efecto, posible más que cuando nace el trabajador “libre” capaz de vender libremente en el mercado su fuerza de trabajo como mercancía “suya”, como cosa poseída por él. Así pues, se cosifica la conciencia del trabajador. Esta conversión de una función humana en mercancía, revela con la mayor crudeza el carácter deshumanizado y deshumanizador de la relación mercantil.

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La objetivación racional encubre ante todo el carácter cósico inmediato, cualitativo y material de todas las cosas. Como los valores de uso aparecen sin excepción como mercancías, cobran una nueva objetividad, una nueva coseidad. La relación social se ha consumado de ese modo como relación de una cosa, el dinero, consigo misma. El capital acaba por presentarse de tal modo que arroja interés no ya como capital en funciones, sino como capital-dinero. Otra deformación es que, mientras el interés no es en realidad más que una forma del beneficio, o sea, de la plusvalía arrancada al trabajador por el capital funcionando, ahora el interés aparece, a la inversa, como el fruto auténtico del capital, como lo originario, y el beneficio, transformado ya en ganancia del empresario, aparece como mero accesorio y añadido que se agrega el proceso de reproducción. En ese momento se ha consumado la fetichización del capital.

Esta actitud se facilita aún por el hecho de que el proceso de transformación tiene que abarcar todas las manifestaciones de la vida social, si es que se han de cumplir los presupuestos del despliegue total de la producción capitalista. De este modo, el capitalista ha producido un derecho concorde con sus necesidades y estructuralmente adherido a su propia estructura. Así podemos apreciar cómo de la misma forma se ha racionalizado el derecho, haciéndolo rígido, estático y concluso. Este es un ejemplo de cómo el capitalismo influye en todas las esferas (derecho, administración, Estado) de la realidad, construyéndola con base en sus necesidades.

El capitalismo ha producido una estructura formalmente unitaria de la conciencia para toda la sociedad. Y esa estructura unitaria se manifiesta en el hecho de que los problemas de conciencia del trabajo asalariado se repiten en la clase dominante, refinados, sin duda, pero precisamente por eso también agudizados. El “virtuoso” especialista, el vendedor de sus capacidades objetivas y cosificadas, no sólo es espectador del acaecer social, sino también se suma en una actitud contemplativa respecto del funcionamiento de sus propias capacidades objetivadas y cosificadas. La “falta de conciencia y de ideas” de los periodistas, la prostitución de sus vivencias y convicciones sólo puede entenderse como culminación de la cosificación capitalista. Las cualidades y capacidades del hombre dejan ya de enlazarse en la unidad orgánica de la persona y aparecen como “cosas” que el hombre “posee” y “enajena” exactamente igual que los diversos objetos del mundo externo.

Esta racionalización del mundo, tiene, empero, un límite en el carácter formal de su propia racionalidad. Esto es: la racionalización de los elementos aislados de la vida y las resultantes leyes formales se articulan inmediatamente en un sistema de “leyes” generales, pero el desprecio de la concreción de la materia de las leyes, desprecio que se basa en su legalidad, se refleja en la real incoherencia del sistema legal mismo. Por eso puede Engels describir las “leyes naturales” del capitalismo como leyes al azar.

Esa irracionalidad, esa “legalidad”, no es sólo un postulado, un presupuesto del funcionamiento de la economía capitalista, sino también y al mismo tiempo un producto de la división capitalista del trabajo. Esa racionalización y ese aislamiento de las funciones parciales tiene, empero, como consecuencia necesaria el que cada una de ellas se independice y tienda a desarrollarse por sí misma, según la lógica de su propia especialidad, independientemente de las demás funciones parciales de la sociedad. 

Resumen: Lukács, El fenómeno de la cosificación

Georg Lukács, «I. El fenómeno de la cosificación» en Historia y conciencia de clase, La Habana, Instituto del Libro, 1970, pp.110-135.
Resumen de Valeria Molina

Coincide Lukács con Marx al sobreponer la comprensión de la verdadera naturaleza de la mercancía al global entendimiento de la ideología capitalista. La mercancía esconde la objetivación de una relación entre hombres, de una relación social; los caracteres sociales del hombre se presentan ante él como caracteres objetivos. Esta enajenación en la que el ser humano se enfrenta con su propia actividad como con algo que obra con leyes ajenas a las humanas y lo domina, se produce en dos niveles: de manera objetiva, cuando se cristaliza un mundo de cosas cuyas normas se contraponen como poderes invencibles y autónomos al hombre; y de manera subjetiva, cuando la actividad del hombre se le objetiva a él mismo, es decir, cuando el trabajador se vuelve mercancía.

La descomposición desmesurada en operaciones abstractas y racionales rompe la relación del trabajador con el producto como un todo y su actividad se vuelve así mecánica: se eliminan progresivamente las propiedades cualitativas, humanas del trabajador. El desarme del objeto de la producción conlleva necesariamente al desgarramiento del sujeto que lo produce, y esta mecanización de la actividad se convierte paulatinamente en una actitud puramente contemplativa; el proceso de trabajo se presenta como un sistema cerrado en el que el hombre simplemente no puede intervenir. La división del trabajo destruye todo proceso orgánico y unitario y lo fragmenta en funciones parciales, racionales y ejecutadas de manera artificialmente separada, dando pie al desarrollo independiente y poco uniforme de los elementos.

Cuando se universaliza el sistema mercantil y la racionalidad bajo la cual se rige, se universaliza al trabajador como mercancía; resulta representativo del proceso económico unitario y de su redención a las leyes de las mercancías cuando nace el trabajador libre de vender su fuerza de trabajo al mejor postor. Sólo cuando la vida entera de una sociedad se somete al sistema de intercambio mercantil, explica Lukács, es que puede nacer el trabajador «libre».

Las relaciones entre los hombres se esconden detrás de las formas puras del capital, esto es, son las mercancías las que aparecen como verdaderas representantes de la vida social. Las relaciones sociales se consuman como relaciones de una cosa consigo misma, el dinero; el dinero crea su propio valor. Pero lo que no se ve es que estas relaciones cuantitativas  se corresponden al mismo tiempo con condiciones cualitativas. No se ve que no están en oposición simples sumas de valores conmensurables entre sí, sino también valores de uso de una especie determinada, que deben cumplir en la producción y en el consumo funciones  determinadas.

Reseña: Metrópolis

Fritz Lang (dir.) Metrópolis, (Alemania, 1927).
Reseña de Anaid Mora

Metrópolis es una película muda del año de 1927 que estuvo bajo la dirección de Fritz Lang. Cuenta con las actuaciones de Gustav Fröhlich, Brigitte Helm y Alfred Abel en los roles principales. Por la antigüedad del largometraje ya no se conserva completa. Se cree que un cuarto de esta se ha perdido. Metrópolis es uno de lοs pocos filmes considerados Memoria del Mundo por la Unesco.

Cambio de turno. Fotograma de Metrópolis
Sinnspruch:
Mittler zwischen Hirn und Händen
muss das Herz sein!*
* Sentencia: Mediador entre el cerebro y las manos
ha de ser el corazón.

La película empieza con el movimiento de las máquinas que están trabajando hasta que el reloj marca el cambio de turno. Dos grandes masas de obreros uniformados atraviesan una reja. Algunos entran a donde están las máquinas y otros descienden a las profundidades de la tierra donde se encuentra la denominada Ciudad de los obreros.

En contraste, en la tierra existe un lugar edénico, que cuenta con biblioteca, estadio, teatro y aulas. Este lugar es nombrado el Club de los hijos, que es donde vive Freder Fredersen, hijo de Joh Fredersen, dueño de la gran Metrópolis.

Un día, mientras Freder hacía la elección de su dama de compañía del día, una mujer rodeada de niños irrumpió en el jardín del Club de los hijos y robó toda la atención de Freder. Cuando la mujer salió del lugar, Freder corrió a buscarla y llegó a donde se encuentran las máquinas, específicamente frente a la máquina corazón y presenció una explosión de esta máquina ocasionada por el cansancio de uno de los obreros. Debido a esto, Freder empezó a imaginar que la máquina se alimentaba de gente; primero de esclavos y después de obreros que subían a la máquina por su propia voluntad para ser devorados. Después de esto, Freder vuelve a la realidad y ve cómo los obreros heridos por la explosión son reemplazados rápidamente por otros obreros y decide ir con su padre a contarle lo que ha visto. Cuando llega y le platica a Joh lo sucedido, este se enoja con Josaphat, su asistente, y le ordena que vaya a conseguir más información. Debido a otro error, Josaphat es despedido por Joh, y cuando Josaphat sale de la oficina Freder sale tras de él y le promete ayudarlo. Asi que lo envía a casa y le dice que ahí lo espere. Lo que Freder no sabía, es que su padre había enviado a alguien para que lo vigilara y lo mantuviera al tanto de lo que hacía.

Después, Freder decide volver a las profundidades de la tierra y observa cómo uno de los trabajadores va a desmayarse de cansancio, pero lo sostiene rápidamente y le dice que él tomará su lugar, con la condición de que vaya a una dirección (casa de Josaphat) y lo espere ahí, pero el obrero cae en la tentación, puesto que encuentra mucho dinero en la ropa de Freder y en vez de ir a donde lo envió Freder, se va a Yoshiwara, el bazar de placer de la Metrópolis. Freder, sin saber esto, trabaja diez horas y justo cuando va a desmayarse llegan a relevarlo. Luego, llega otro de los obreros y le dice que ella los espera en la caverna. Intrigado por el aviso, acude al llamado y por fin encuentra a la mujer que buscaba. Ella les cuenta la historia de la torre de Babel, enviándole a los trabajadores presentes un mensaje de paz. Cuando termina de contar la historia, les dice a todos que tienen que esperar al mediador. Los obreros se van, menos Freder que se queda para poder hablar con ella. Cuando él se acerca, ella lo llama mediador. El amor surge desde el primer momento y Freder besa a la mujer, que se llama María. Después promete volver y cada quien toma caminos distintos.

Mientras tanto, en una casa en medio de la Metrópolis Rotwang, el inventor, recibe la visita de Joh Fredersen. Rotwang ha creado una máquina en forma de mujer, ya que este último nunca olvidó la muerte de Hel, madre de Freder, y quiso volver a crearla. A pesar de que a Rotwang se le nota el rencor hacia Joh, este le pide ayuda para mantener a sus obreros tranquilos porque cree que María esta incitando a sus obreros a revelarse contra él. Rotwang acepta y Joh se va, sin pensar que Rotwang hará todo lo contrario a lo que le pidió. Entonces rapta a María para duplicarla en el robot que creó y por medio de ella, incite a los obreros a una revolución y la Metrópolis quede destruida junto con su dueño.

El plan de Rotwang es ejecutado y María robot empieza a trabajar en Yoshiwara como bailarina exótica y después, vestida como la verdadera María, convence a los obreros de que paren de trabajar. En ese momento, Freder llega a las cavernas en donde ella está dando su discurso de liberación y se da cuenta que ella no es María. Los trabajadores furiosos se lanzan contra él, pero huye y sale ileso de ahí.

María logra escapar de las manos de Rotwang y vuelve a la Ciudad de las Obreros, la cual se inunda debido al paro de los trabajadores que destruyeron ya la máquina corazón, ocasionando un caos en la Metrópolis. Muchos niños empiezan a salir de sus casas gracias al llamado de María e intentan refugiarse junto con ella. Freder y Josaphat ayudan a María a sacar a los niños de la ciudad de los obreros y los refugian en el Club de los hijos.

Mientras tanto, ante las ruinas de la máquina corazón, los obreros festejan felices lo que han hecho, pero Grot, quien era el trabajador encargado de esa máquina recuerda que sus hijos están en la ciudad de los obreros. Se dan así cuenta de lo que ha hecho María (creyendo que fue la verdadera María quien provocó todo). La acusan de bruja y todos los obreros suben a la Metrópolis a buscarla, a pesar de que tenían prohibido el acceso.
Rotwang se da cuenta de las hazañas de María y Freder e intenta volver a raptar a María.

María corre por las calles de Metrópolis cuando es encontrada por los obreros furiosos, pero logra escapar. Después encuentran a María-robot y la atrapan. La lanzan a una gran hoguera que los obreros han improvisado. Freder llega al lugar y piensa que están quemando a la verdadera María y entonces corre a su ayuda, pero es demasiado tarde. Para asombro de todos, poco a poco se van dando cuenta que no era María, sino el robot, pues con las llamas el robot ha regresado a su forma original. De pronto, Freder ve cómo Rotwang intenta escapar con María en brazos, a quien esta vez sí pudo atrapar. Corre a su rescate y se enfrenta con Rotwang en la azotea de la catedral de Metrópolis. Joh llega en el momento de la pelea y se preocupa por su hijo. La lucha sigue y ambos estuvieron en peligro de caer al vacío hasta que Rotwang cae y Freder corre a auxiliar a María, quien había recibido un golpe en la confrontación.

Al final Freder y María bajan de la Iglesia y se encuentran con Joh Fredersen. Gort sale de entre los obreros y se acerca a Joh, pero el orgullo de éste impide que se den la mano. María le susurra a Freder que es hora de hacer su trabajo y el une las manos su padre con las de Gort.

Sentencia: El mediador entre el cerebro y las manos ha de ser el corazón.