19.08 Aristóteles. La búsqueda de las causas

Aristóteles contemplando el busto de Homero, Rembrandt (1653)
Bitácora de Norma Manuel Dueñas

Fueron las primeras palabras: hombre, bien, razón, felicidad, después de las habituales preguntas y los comentarios siempre copiosos de pequeñas inquietudes. -¿Qué es el hombre?- preguntó el maestro y un silencio sepulcral inundó el ambiente, un pensamiento del profesor rompió el estado –se dijeron muchas cosas la pasada clase, ¿lo recuerdan?, una llamarada de ideas fluyeron por las mentes de los estudiantes: un susurro de la izquierda –la felicidad es la finalidad del hombre-; a la derecha –el hombre pretende alcanzar la verdad–; abajo – ¿qué es el bien?-; arriba –el teatro de sombras, la caverna…

El profesor interrumpe estos pensamientos y procede: primero contestaré a la pregunta que hizo su compañera. Existe algo llamado virtud (areté), en el mundo de la ética. Este concepto tiene que ver con el carácter, es decir, el que posee virtud es excelente; por ejemplo; el que es valiente posee una virtud, pero ¿qué es ser valiente? Es el justo medio entre la cobardía y la temeridad, en resumidas palabras para llegar a la virtud es necesaria la prudencia.

Pero esto no es motivo de la clase, el objetivo de esta es desmenuzar el primer libro de la Metafísica: primero es necesario entender que el nombre de este libro fue puesto arbitrariamente, pues los textos de Aristóteles fueron encontrados tiempo después de su muerte, y se dice son escritos elaborados por alumnos de la escuela de Aristóteles: los peripatéticos, metafísica es aquello que está después de la física.

Sin embargo el término metafísica es más complejo de lo que parece, recuerdan ustedes que en algún momento de su vida escucharon “existe una ciencia del ser en cuanto ser”, pues no es más que lo real en cuanto real, la metafísica es esto: la ciencia que estudia toda la realidad. La metafísica es lo suprasensible, y quede claro que es imposible mostrar la no existencia de algo.

El aula se sumió en la aseveración pasada, buscando ejemplos que pudieran sostener esta premisa, y no hubo ejemplo alguno que pudiera decir lo contrario acerca de la no existencia de algo. Entonces, continua el maestro, –¿cómo se accede a la verdad? Pues se accede cuando tenemos un indicio, no podemos encontrar algo si no lo buscamos, para Aristóteles la verdad se dice en muchos sentidos… –pero la verdad, no es verdad para todos profesor, cada persona tiene su verdad– dijo una compañera bastante animada. –Umberto Eco alguna vez dijo “si la verdad fuera relativa no podría haber comunicación” de alguna manera todos contribuimos a la verdad, es un todo colectivo, continuó el profesor, todos los hombres tienden al conocimiento, esta es la premisa que sustenta el libro. Existen los sentidos, de aquí el placer por conocer las diferencias a través de la vista. Los sentidos son el condicionamiento de una cosa, así aparecen los recuerdos, de estos la experiencia, ésta a su vez resulta individual, pero existe una universalización que es fundamento de la ciencia y el arte.

Entonces ¿cómo podemos decir que alguien tiene ciencia? Cuando conoce el por qué y el cómo de las cosas, el que conoce esto, posee el conocimiento universal. La filosofía es el conocimiento de ciertas causas, se pregunta el por qué y el cómo de las causas. Y las hay pequeñas y mayores, a las pequeñas se les conoce como filosofía segunda: pregunta el por qué de la naturaleza, y las mayores pertenecen a la filosofía primera, se pregunta las causas supremas. En general la filosofía es el fundamento de todo, y por ende hay un modelo del sabio: debe conocer todas las causas, el conocimiento es fundamentalmente teórico y no práctico y sobre todo requiere de una actitud fundamental: la de asombrarse, todo aquél que posee estas cualidades debe ser capaz de explicar, por lo tanto de enseñar. Un suspiro salió del profesor admitiendo que el cansancio lo había apresado, lo que él no sabe es que también nosotros terminamos así, apresados, pero de innumerables preguntas.

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