04.11 Metrópolis

Bitácora de la sesión del 4 de noviembre de 2011
Por Eunice Zenteno

Al inicio de la clase entregamos nuestro esquema para someterlo a revisión. Con base en uno de los trabajos elaborados el maestro nos explicó cuáles eran los errores del mismo y nos dio algunos consejos para mejorar los nuestros en caso de no ser aceptados. Referente a esto comentó que primero debemos elaborar una síntesis coherente donde hablemos de lo que queremos demostrar en ese trabajo. Luego sigue un esquema que debe corresponder con la síntesis y que debemos respaldar bibliográficamente. Nos recomendó en fin utilizar los primeros tres pasos del método retórico para la realización del esquema, estos son:

1. Invención: Encontrar todos los argumentos que sirvan para sustentar nuestro escrito.

2. Disposición: Este paso también se puede entender como la elaboración del esquema, se da orden a los argumentos y tal vez se eliminen algunos.

3. Elocución: El último momento es la redacción.

Luego de la anterior explicación se plantearon los puntos que analizaríamos sobre la película “Metrópolis”: la imagen de la mujer presentada por el director en la película y la relación hombre-máquina.

Al examinar el título con detenimiento es evidente que el director hace referencia a una gran cuidad, la «ciudad-madre», es decir, no cualquier urbe es la ciudad madre de todas.

Fotograma de Metrópolis (1927)
La mujer aun sin tener el papel principal tiene la segunda voz. Está todo el tiempo en el trasfondo en la película. La madre se muestra como una figura ausente y el padre que es el dueño de la ciudad se convierte en dueño de la madre (ciudad madre). En las primeras escenas se muestra la disponibilidad y sumisión de la mujer ante todo, es tratada como un objeto. En contraste con esta imagen aparece María, una figura casi de santidad y representa el máximo esplendor de la maternidad. tal como se manifiesta en la diferencia con las otras mujer a través de la vestimenta casi asexuada.

Cuando María dice que todos los presentes en el jardín son hermanos de los niños que la acompañan esta implícito que ella es madre también de Freder, quien queda prendado de María en cuanto irrumpe en los jardines eternos, es decir, se enamora en ese sentido de su propia madre.

Respondiendo a esto, Freder está representado como el “hijo redentor”. Su vestimenta también lo distingue del resto de los hombres. Freder es un adulto representado como un niño, no ha desarrollado por completo su racionalidad ni su conciencia y mantiene la actitud interrogante e ingenua, propia de un pequeño.

Luego surgió el cuestionamiento de si el robot María y María son la misma persona. Aunque la primera impresión lleva a pensar en dos personajes, la respuesta es más bien afirmativa. Ambas mujeres dan cuenta de lo mismo, como caras de una sola moneda. Hasta este momento existen solo dos opciones para la figura femenina: o es santa (cuando se hace referencia a la madre) o es puta, en cuyo caso, debe ser sometida. El hombre tiene como tarea regresarla a su estado de santidad porque la liberación de sus pulsiones se vuelve un peligro para la estabilidad social.

Con el aniquilamiento de las máquinas, María se presenta en una nueva faceta. En esta crisis, como en cualquier otra, es necesario encontrar un “chivo expiatorio” y de la mano con esto un sacrificio para disolver todo el odio almacenado en la colectividad y evitar que se maten entre todos. No importa si María en verdad es la responsable, importa encontrar un culpable porque gracias al sacrificio del mismo se mantiene la unidad del grupo.
Al quemar a la bruja se reprime a la mujer, quien debe reducirse a un estado de santidad para que la sociedad pueda permanecer. Aquí se presenta entonces la enajenación del ser humano (hombre) sobre el ser humano (mujer) por la reducción que se hace de la misma a un factor de reproducción. Se realiza una cosificación de la propia mujer y en esta medida, el hombre se cosifica a sí mismo también.

En cuanto al hombre en su relación con las máquinas, no hay un vínculo directo entre el producto terminado y el trabajador. En primera instancia, existe así un extrañamiento respecto a la humanización del mundo (esto es, transformar la naturaleza por medio de la propia acción); ello lleva a una enajenación en todos los demás sentidos de la vida del hombre. De este modo, hay un comportamiento autómata; sin embargo, los responsables de esta problemática no son las máquinas, porque estas son un medio de acceso a los productos más elevados de la cultura. Cuando los obreros se rebelan y destruyen las máquinas están provocando el caos, rebelarse contra ellas significa hipotecar el futuro de la propia humanidad. El futuro de esta humanidad son los niños, por lo que cuando ellos mueren mientras destruyen las máquinas se está representando también que no hay futuro sin las máquinas.

1 comentario:

  1. «Las entrañas de Metrópolis». Artículo de Ana Teruel del 15 de noviembre de 2011 en El país

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