07.10 Marx. Base económica de la enajenación

Bitácora de la sesión del 7 de octubre de 2011
Por Mauricio Kevin Aguilera

Comenzamos la clase exponiendo al profesor las dudas que tuvimos respecto a la lectura de los Manuscritos de Economía y Filosofía.

Las preguntas fueron:

¿Qué es la industria liberadora? La agricultura como industria. Hay dos formas de explotación de la tierra, la “natural” o no ilustrada, donde todavía no hay una explotación “capitalista”, por ejemplo en el Medioevo, donde al señor feudal dueño de la tierra no le interesa producir más de lo necesario y vive de sus rentas; y la Industrial o ilustrada, donde lo que se busca es la acumulación de dinero. 

¿Qué es el precio natural? Es el valor de la cosa, que se reduce a las necesidades que satisface.

Después de responder a las preguntas, el profesor comenzó a desarrollar los temas del día. En primer lugar fue la “enajenación del hombre sobre sí mismo”. El trabajador está enajenado del producto de su trabajo, porque no le pertenece, sino a aquel que lo compró (o, mejor dicho, adquirió su fuerza de trabajo), y en esa medida le resulta extraño al trabajador. También está enajenado respecto del acto de trabajar: el tiempo que le dedica al trabajo es tiempo desperdiciado, se le va la vida en esa actividad extraña para él.

Para lograr  la universalidad, modifica el hombre su mundo; el transformarlo para utilizarlo tiene como finalidad reconocerse en ese mundo como producto de él. Esto nos llevó a otra pregunta: ¿cómo habitamos humanamente el mundo? Lo que humaniza al propio ser humano es el hecho de que transforma las propias condiciones de su entorno a voluntad propia con la finalidad de satisfacer sus necesidades. El acto del trabajo nos hace humanos, pero al vender el acto que lo hace humano, el trabajador queda extrañado sobre dicho acto. Llegamos entonces a una contradicción, pues este acto supuestamente humanizado, no es un acto propio sino de alguien más. Ahora los rasgos que nos acercan a lo animal (comer, procrear, etc.) son donde nos sentimos humanos y los rasgos en principio propios del ser humanos nos hacen sentir como animales. Todo se ha invertido y esto nos lleva a negar nuestro rasgo humano. No es que el ser humano no sea humano, más bien es in-humano.

La enajenación es un producto humano que causa en el ser humano una carencia de humanidad, por el acto que lo hacía humano, transformar el mundo. En otras palabras lo que nos hacía propiamente humanos ahora nos in-humaniza, es una enajenación del hombre respecto de sí mismo. Niega lo que lo hace humano y la raíz de toda esta in-humanización es el modo de producción, la explotación de muchos por parte de pocos.

La base económica

El modo de producción es una contradicción entre el obrero y el capitalista, ambos buscan no depender el uno del otro. En esta relación es el capitalista quien lleva la mejor parte pues cuando el obrero renuncia a fin de cuentas regresa a la fuente de trabajo.

Hay dos escenarios en los que se desarrolla esta relación contradictoria entre el obrero y el capitalista:

1) Escenario de progreso

Donde se demandan más productos, por ende hay más producción y esto requiere una mayor división del trabajo para que el proceso sea más eficaz; sin embargo, con una mayor división del trabajo el obrero dependerá en mayor medida de su fuente de trabajo porque, al especializarse, ya no es tan fácil ser contratado en cualquier tipo de trabajo, sino en uno específico.

Más producción significa más trabajo y en teoría más dinero para el obrero. Esto lo esclaviza todavía más debido a que, al querer conseguir una mayor remuneración, invierte más energía y tiempo, lo que genera más desgaste en el caso de que ese trabajo sea realizado por una misma persona, y en el caso donde es realizado por diferentes personas, existe una mayor competencia; hay por tanto una menor remuneración para cada uno.

2) Peor escenario

Cuando la demanda de productos disminuye, lo hace también la producción y las fuentes de trabajo, ocasionando que las condiciones de empleo empeoren y la competencia aumente todavía más de tal modo que el obrero termina aceptando cualquier condición que le impongan con tal de acceder a un puesto de trabajo o conservarlo. El capitalista contrata al que se venda más barato.

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