28.09 Marx y Engels. En el principio era el trabajo

Bitácora de la sesión del 28 de septiembre de 2011
Por Valeria Molina

Friedrich Engels (1820-1895)
La sesión comenzó con una serie de preguntas acerca de lo que Marx y Engels consideran una descomposición del sistema hegeliano y el “proceso de putrefacción del Espíritu Absoluto”. Recordando a Hegel, únicamente se alcanza el despliegue absoluto del espíritu cuando se obtiene completo conocimiento histórico de sí mismo, esto es, conciencia de sí mismo y de la formación que condujo hasta ese conocimiento. Marx y Engels, por su parte, proponen una reinterpretación del mundo después de la religión; la crítica propone entroncar la filosofía alemana con la realidad alemana, es decir, con el mundo material. No basta criticar una idea para que la realidad se transforme; no es suficiente cuestionar las situaciones, ni ser consciente de ellas.

El texto de La ideología alemana parte de la premisa de que sólo el hombre es capaz de producir su entorno, pues la producción de sus medios de vida lo distingue de los animales. ¿Qué es lo que el hombre produce y cómo lo logra? El hombre origina los instrumentos necesarios para satisfacer sus necesidades, cuanto más complejas sean estas exigencias, más lo serán los medios para alcanzarlas. El cómo de la producción se representa, al multiplicarse la población, por la división del trabajo y el intercambio de los productos. Esta separación se traduce en contradicciones a nivel social, como la supremacía del trabajo intelectual, vinculado a la ciudad, sobre el físico, ligado al campo.

Las distintas etapas del desarrollo de la división del trabajo determinan, en lo material –que influye también sobre lo espiritual– las relaciones de los individuos entre sí. La organización social y el Estado brotan del desarrollo de las actividades de los individuos, condicionadas todas bajo determinados límites y premisas materiales, independientes de su voluntad. Las representaciones de la conciencia, los pensamientos y la producción de ideas son resultado del progreso y del orden impuesto por las fuerzas productivas y su intercambio. No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia, esto es, la conciencia no es más que el proceso de vida real de los hombres, es decir, de sus condiciones materiales.

El hombre, al producir sus medios, produjo también sus representaciones sociales. Existe, por tanto, una especie de comportamiento circular entre la conciencia social de los hombres, es decir, la estructura donde se lleva a cabo el intercambio; y la conciencia natural, el medio de donde el hombre obtiene esas herramientas con las que produce su vida material. Tal medio, a su vez, se ve en constante transformación por culpa del ser humano, el cual actúa sobre aquel; y a partir del resultado material del proceso de producción crea teorías y filosofías, tendencias ideológicas –todas, producto de las relaciones materiales dominantes dentro de dicha sociedad.

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