Resumen: Marcuse, Razón y revolución (III)

H. Marcuse, Razón y Revolución. Cap. 3 «El primer sistema hegeliano»
Resumen de Valeria Molina

En este tercer capítulo de Razón y Revolución, Marcuse esboza el esquema y los conceptos principales del sistema de Jena en el que Hegel presupone una identidad de existencia y pensamiento; la Lógica de Hegel discute las distintas formas del ser y del pensar.

Herbert Marcuse (1898-1879)
Las cosas no existen en su verdad, dice Hegel, las potencialidades están determinadas por las condiciones en las que las cosas existen: las cosas no alcanzan esta verdad hasta que niegan dichas condiciones determinadas. Las cosas únicamente son lo que no son. La noción es la forma verdadera del objeto. Únicamente el sujeto, es decir, el individuo pensante, es capaz de realizar la noción en su existencia; esto es, las formas de pensamiento que niegan los conceptos tradicionales del ser y revelan que el sujeto es la propia sustancia de la realidad. Todas las cosas finitas son negativas, esta es una característica que las define, explica Hegel. Existen siempre en un estado que no expresa plenamente sus potencialidades como realizadas. La verdadera existencia comienza cuando el estado se reconoce como negativo, los seres o entes se convierten en sujetos —en el sentido antes descrito— y se esfuerzan por adaptar el estado externo a sus potencialidades. Este estado de privación al que el sujeto busca darle remedio tiene, como tal, un carácter positivo; el proceso dialéctico recibe su impulso de la presión por superar dicha negatividad. El movimiento dialéctico queda entonces explicado por un modo de existencia en el que el hombre y las cosas están hechos de relaciones contradictorias, de tal manera que el contenido particular sólo puede darse a través de su opuesto.

Cada cosa debe ser comprendida en relación con otras cosas, esta infinitud de relaciones son para Hegel el primer paso para el conocimiento verdadero de dichas cosas. Hegel divide dos tipos de infinitud: la mala y la real; la mala o espuria es el camino errado hacia la verdad, en éste se hace una acumulación de relaciones esperando encontrar así el fin último; sin embargo, el objeto debe ser comprendido por sí mismo, mediante la relación de él mismo con su opuesto. Un objeto es en sí mismo el conjunto de potencialidades que puede lograr desarrollar, potencialidades innatas en él; un objeto es para sí mismo este conjunto de potencialidades desarrolladas.

La primera lógica hegeliana llama a la unidad original del mundo histórico conciencia, la primera forma que asume esta conciencia es de carácter universal; se representa mediante un grupo de hombres primitivos en donde toda individualidad está enteramente sometida a la comunidad. El mundo de los hombres se desarrolla, como ya vimos, en una serie de integraciones de opuestos. Según Hegel, en el primer estadio, el sujeto y su objeto toman la forma de la conciencia (comunidad) y sus conceptos; en el segundo estadio, aparecen como individuos en conflicto con otros individuos; y en el estadio final aparecen como la nación. El lenguaje es el medio en el que se produce la primera interacción entre sujeto y objeto, también es la primera herramienta de apropiación; el lenguaje es el primer medio de individualización, pues a través de él el individuo adquiere el dominio sobre los objetos que conoce y nombra. Asimismo, el proceso del trabajo resulta en el segundo medio de interacción, éste determina varios tipos de integración y condiciona todas las formas subsiguientes de comunidad que corresponden a estos tipos: la familia, la sociedad civil y el Estado. Por otra parte, la institucionalización de la propiedad privada significa para Hegel que los objetos han sido finalmente incorporados al mundo subjetivo: los objetos no son ya cosas muertas, sino que pertenecen, en su totalidad, a la esfera de la autorrealización del sujeto.

De acuerdo con la teoría política hegeliana esbozada por Marcuse, existe la necesidad de un Estado fuerte y organizado que domine al animal salvaje. Las luchas sociales entre individuos y grupos son mejores cuando se realizan en un nivel más alto del desarrollo histórico, en virtud de los derechos individuales. Las relaciones y actuaciones de una sociedad productora de bienes —como la actual— se vuelven racionales y calculables cuando están regidas por un contrato social, dicho contrato garantiza mis derechos como individuo. “Lo universal es la sustancia del contrato”, dice Hegel, pues no sólo regula las actuaciones del individuo sino del todo; el individuo sabe que puede existir únicamente por la fuerza de la ley, no sólo porque ésta lo protege, sino porque ve en ella el interés común, que en última instancia es la única garantía de su autodesarrollo. Hegel destaca que la «voluntad general» surge únicamente de un largo proceso que culmina en la regulación final de los antagonismos sociales. La voluntad general es el resultado y no el origen del Estado; el Estado se origina a través de «una fuerza externa» que impele a los individuos en contra de su voluntad.

Finalmente Hegel habla de la tiranía y de cómo ha dejado de ser necesaria una vez adquirida la disciplina que ella aporta. Consideraba por ello a la monarquía hereditaria y, particularmente, al Estado cristiano, como la mejor alternativa; este Estado era la encarnación del principio de la libertad cristiana, que proclamaba la libertad de la conciencia interna del hombre y su igualdad ante Dios. Hegel afirmaba que sin esta libertad interna, la libertad externa que la democracia había de instituir y defender no reportaría ningún beneficio. La Reforma alemana representaba para él el punto culminante de la historia, que sobrevino con el pronunciamiento de que el individuo sólo es un ser realmente libre cuando se hace consciente de su inalienable autonomía.

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