31.08 Marcuse. Razón y revolución

Bitácora de la sesión de 31 de agosto
Por Bárbara López

La Revolución Francesa, un gran cambio político en Europa en el siglo XVIII precedido por la Ilustración (esta un gran influyente en los objetivos revolucionarios), proclamaba principalmente libertad, una libertad que diferenciaba a la Revolución Francesa de las demás al no ser su objeto sólo derrocar una forma de gobierno y sustituirla por otra, sino reconstruir todo un sistema político antes basado en monarquía y feudalismo. Se trataba así de desarrollar toda una sociedad que basara su existencia en el uso de la razón. Este uso de razón que al ser un sujeto en sí mismo solo alcanzaba la interioridad de la libertad y no alcanzaba a desarrollar las potencialidades de ella (es decir materializar la libertad). En palabras de Marcuse «llevar el pensamiento a un plano real», esto es, alcanzando un nivel máximo de razón.

El primer paso para alcanzar el nivel máximo de razón, y en consecuencia conseguir la libertad tanto en el sujeto en sí (libertad no desarrollada o interior) como para sí (libertad desarrollada o materializada), es la conciencia de no necesitar de alguien más para que la conciencia pueda ser consciente de sí misma y en consecuencia pueda razonar plenamente ya que este puede ser el nivel máximo de la razón. Lo anterior llega a ser una contradicción a la epistemología tradicional la cual dice que el objeto debe ser ajeno al sujeto ya que el sujeto no puede vislumbrar el objeto desde dentro. En el caso del ideal de libertad de la revolución francesa o el idealismo alemán de ella la conciencia y la conciencia en sí llegan a ser el objeto y el sujeto, el objeto se conoce a través de los sentidos (no son más que las apariencias) debe ser prioridad del sujeto conocer lo real o el objeto en sí para materializar el pensamiento y ser libre para sí.

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